Post para Lucía

“…No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí…”; así decía una estrofa de la maravillosa canción “Lucía” que Joan Manuel Serrat compuso hace ya varios años.
Ahora que caigo, no conozco a ninguna Lucía sin embargo conozco a mucha gente que todos los días se quejan de lo que tienen y solamente saben valorarlo, o echarlo de menos cuando lo pierden; que generalmente suele ser siempre tarde.
Nunca he comprendido como puede ser posible que las cosas buenas o las personas maravillosas que la vida nos da con las que podemos compartir nuestro día a día, solamente seamos capaces de valorarlas cuando las perdemos.
Antes, cuando se hacia el servicio militar, una de las primeras cosas a las que dábamos valor es a la cocina de nuestras madres, es triste, pero necesitábamos que nos faltara para ponerlas en valor.
No solamente era la comida, eran muchos pequeños detalles que no vemos en el día a día que en conjunto nos hacen felices los que desconocemos o minusvaloramos; una frase, un gesto un olor…
En nuestro trabajo ocurre lo mismo, la vida algunas veces nos da la posibilidad de tener un compañero, un subordinado o incluso un jefe que nos aporta valor, esto no quiere decir un compañero con el que nos lo pasamos bien, no estoy hablando de eso; pensar que para fiestas, copas, comidas y risas todo el mundo vale.
Hay personas que piensan que por estar hablando mal de otra persona juntos ya son amigos para siempre, o esos compañeros que comparten mesa y se creen amigos para siempre cuando no han tenido que pelear o demostrar en proyectos reales su valía como profesionales y como compañeros.
Por eso me quiero referir a esas personas que nos dicen las cosas como son para ayudarnos a crecer, que nos enseñan, que nos aportan que se preocupan por nosotros y a las que podemos incluso llegar a coger afecto pero nada más. Quizás nuestro egoísmo nos hace coger lo que necesitamos en el momento y guardar, sin dar nada a cambio ni siquiera las gracias.
Yo creo que lo peor que una persona puede ser en esta vida es un desagradecido; la vida es un conjunto de problemas salpicados con pequeños momentos de felicidad que nos deberían hacer pensar lo importante que es poder conocer a personas positivas que nos aportan.
Cuando hemos tenido esa oportunidad y por el motivo que sea esa persona ha desaparecido, surge un sentimiento de tristeza y de culpa muy grande, ya que posiblemente habremos perdido una oportunidad que las redes sociales no cubren.
Hay gente que piensa que teniendo el contacto en su agenda tiene la persona y eso es falso, las relaciones como las plantas hay que cuidarlas, regarlas y mantenerlas. Aquí el mundo 2.0 nos ayuda poco y es como decían antes “el roce lo que hace el cariño”.
Pero sobre lo que me gustaría que todos reflexionáramos es sobre ¿Por qué? Nos comportamos así con gente buena y positiva; porque estamos siempre buscando nuevas cosas nuevas sensaciones o nuevas personas despreciando lo que nos rodea, o mejor dicho a quienes nos rodean.
Quizás no sea la generosidad lo que hay que trabajar sino el egoísmo propio. Haceros la pregunta: ¿no es triste darte cuenta de alguien que valía cuando ya no lo tenemos?
En oriente hay una práctica llamada Bonenkai que consiste en pedir a tus amigos su opinión sobre ti antes de que te mueras; aunque parezca macabro puede ser muy valioso porque lo realmente triste es esperar a morirte o en su caso a ser despedido o cambiar de empresa para que en la anterior te valoren o te echen de menos.
En estas épocas si de repente, valoramos a nuestro entorno profesional y se lo decimos, veremos como una energía de positivismo nos inunda haciéndonos ver que no hace falta dar muchas vueltas por ahí valorando cosas efímeras, disfrutando más de lo que tenemos aquí y ahora.
Si no podemos acabar como el amante de Lucía:

“Lucia

Tus recuerdos son cada día más dulces

el olvido solo se llevó la mitad

y tu sombra aún se acuesta en mi cama

con la oscuridad entre mi almohada y mi soledad.”

 
Regla nº83: “Buscando lo que me faltaba, casi pierdo lo que tenía”.

12 comentarios en “Post para Lucía”

  1. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decia que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el café con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  2. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decia que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el café con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  3. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decia que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el café con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  4. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decia que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el café con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  5. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decía que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el cafe con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  6. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decía que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el cafe con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  7. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decía que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el cafe con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

  8. Cuanta verdad, Domingo.
    La semana pasada hablando con una amiga que se ha quedado al paro, me decía que lo que echaba de menos era madrugar, arreglarse para ir a la oficina y tomar el cafe con los compañeros. Cuando antes continuamente se quejaba de lo mucho que madrugaba, y de lo bien que le vendría el teletrabajo. Ahora, me decia, se daba cuenta de lo egoista que fue.
    Tenemos que aprender a disfrutar el ahora.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *