Un Cuento Inteligente

Queridos amigos, hoy es el día del padre y, o bien porque lo sois o bien porque tenéis uno, o incluso por ambas cosas, el caso es que estáis de vacaciones. Un día así lo que menos apetece es leer reflexiones de esas sesudas, así que he decidido rescatar un antiguo cuento de esos que escucho cuando voy por esas salas, ya sean de hoteles, universidades o empresas, donde hay gente muy interesante contando cosas.

La comparto con vosotros y espero que os guste: Feliz día del padre.

Hace años, un inspector visitó una escuela primaria.

En su recorrido observó algo que le llamó poderosamente la atención, una maestra  estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían gran desorden; el cuadro era caótico.

Decidió presentarse:

– Con permiso, buenos días, soy el inspector de turno… ¿algún problema?

– Estoy abrumada señor, no sé qué hacer con estos chicos…

No tengo láminas, ni ordenador, ni presupuesto, el Ministerio no me manda material didáctico, no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles…

El inspector, que era un docente de alma, vio un corcho en el desordenado escritorio.

Lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos:

– ¿Qué es esto?

– Un corcho señor… -gritaron los alumnos sorprendidos.

– Bien, ¿de dónde sale el corcho?

– De la botella señor. Lo coloca una máquina.., del alcornoque,  de un árbol… de la madera… – respondían animosos los niños.

– ¿Y qué se puede hacer con madera? -continuaba entusiasta el  docente.

– Sillas… una mesa… un barco…

– Bien, tenemos un barco.

– ¿Quién lo dibuja?

– ¿Quién hace un mapa en la pizarra y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito?

-Escriban a qué provincia pertenece.

– ¿Y cuál es el otro puerto más  cercano?

– ¿A qué país corresponde?

– ¿Qué poeta conocen que allí nació?

-¿Qué produce esta región?

-¿Alguien recuerda una canción de este lugar? – Y comenzó una tarea de  geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc.

La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:

– Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas Gracias.

Pasó el tiempo. El inspector volvió a la escuela y buscó a la maestra.

Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden…

– Señorita… ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí?

– Sí señor, ¡cómo olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?

Regla nº32: ”A veces no es necesario que haya reglas”.

 

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