¿Os acordáis cuando visteis por primera vez la guerra de las galaxias? Obi Wan era el maestro jedi, Luke el héroe, Leia la princesa, Darth Vader el malo pero… Han Solo ¿qué era? ¿Cuál era su oficio? ¿Contrabandista? ¿Héroe? ¿Piloto? La verdad es que nos daba lo mismo, porque nos cayó simpático a todos y, además, era el que le solucionaba los problemas al pobre Luke.
Pues ocurre un poco lo mismo con los técnicos informáticos; no sabemos muy bien cuál es su rol, cuál es su cargo o su función pero como -por lo general-, son simpáticos y nos solucionan los problemas, pues tampoco nos importa demasiado.
No hace muchos años, en cualquier CPD (Centro de Proceso de Datos), cuando sólo se le daba importancia al software, los programadores eran auténticos “reyezuelos” que dominaban y manejaban los sistemas informáticos de grandes empresas. Al usuario le resultaba tedioso eso de explicar a un responsable que es lo que quería; había que documentarlo valorarlo y, sobre todo, esperar a ver si se lo hacían o no. Era sumamente más sencillo dirigirse la programador de turno, lisonjearle explicándole lo bueno que era (quizás invitándolo a algo, -aunque normalmente el usuario es tacaño-), y pidiéndole que le cambiara cualquier cosa.
Evidentemente, este accedía sin pestañear y, en cinco minutos, se ponía manos a la obra; dejando para “más adelante” lo que estuviera haciendo. Desde ese momento, ya no sabía cuándo terminaría para arreglar lo que él consideraba “Su programa”. Sin duda, el alcance de ese cambio que subía a producción sin probar y sin integrar, podía tener efectos insospechados.
Claro que, al no estar nada documentado, esta chapuza era una más; eso sí, dotada de un poder inimaginable para unas personas carentes de visión global, y creando verdaderos “reinos de taifas” en nuestros CPD’s. Hoy todavía “colean” en algunas compañías.
Este “modus operandi” nacía, sin lugar a duda, en la misma universidad, y ha calado en nuestra sociedad. La carrera de informática es la única que, cuando se termina, uno no sabe muy bien cuál es su profesión que ha escogido. ¿No os habíais dado cuenta? Cuando terminas medicina, eres médico, cuando acabas arquitectura, arquitecto pero, cuando acabas informática, ¿qué eres? Ingeniero, Informático, programador, técnico…
La segunda opción, la sociedad, es aquella por la que se permite a cualquier persona, que tenga una formación mínima, ponerse a trabajar como informático. ¿Os imagináis a uno de vosotros llegando a un hospital, diciendo que habéis visto todos los episodios de urgencias, que habéis hecho un curso a distancia de enfermería, y os aceptaran como médicos? Pues en nuestro sector es posible; lo cual ha dotado de una falta de visión profesionalizada a este sector.
Además, ha dotado de cierta prepotencia a muchos profesionales que han desarrollado su carrera sin orden ni método; de parche en parche, poniendo horas en vez de inteligencia, y que hoy dirigen empresas tecnológicas.
Sin embargo, si observamos la otra cara de la informática (el hardware) la evolución ha sido totalmente diferente. Los que antiguamente eran operadores, siempre han necesitado de manuales, normas y procedimientos para llevar a cabo su trabajo; modelos formales como ITIL les han ayudado a estructurar los trabajos, de forma que sabes perfectamente a qué se dedica cada cual.
Para solucionar esta anarquía no hacen falta grande remedios; existe una técnica denominada Matriz RACI que nos indica quien es responsable de hacer una u otra tarea (R), quien es el que va a validar, que eso se haga correctamente, y por la persona adecuada (A), quien debe participar con su experiencia en dicha tarea (C) y a quien debemos mantener informado de lo que se hace (I). Pare emplear esta simple técnica, debemos saber qué lista de tareas o actividades debemos hacer, y aceptarlas.
Leo Taormina decía que: “Hacer un sistema de calidad es muy sencillo: hay que escribir lo que queremos hacer. Después, debemos hacer lo que hemos escrito. Por último, permitir que un tercero verifique si se está haciendo”.
Los técnicos de software parece que proponen algo diferente: “No escribo lo que debería hacer, hago lo que yo creo que debo hacer y, -no me hagas perder el tiempo con verificaciones de un tipo que no trabaja aquí”.
Menos mal que, poco a poco, estos modelos cambian. Los métodos agiles nos ayudan, y los directivos cada vez están mejor preparados; pero el modelo C2C (¡Con Dos Cojones!) sigue muy activo en el sector.
Regla 3ª: Los mejores profesionales deben hacer los mejores trabajos.