Se supone que, al vivir en sociedad y trabajar en organizaciones, todos trabajamos en equipo. Todos tenemos metas comunes, y nuestro primer fin es el de ayudarnos y colaborar entre los miembros de las mismas unidades, departamentos o empresas.
Sin embargo, tengo la sensación de que esto no es así del todo. Estas navidades leyendo libros atrasados que tengo por casa (un montón por cierto), leí el adagio que copio a continuación:
Puedes obligar a otros a que te oigan, Pero no a que te escuchen; Puedes obligarlos a que te aplaudan, Pero no a que te emocionen; Puedes obligarlos a que te elogien, Pero no a que te admiren; Puedes obligarles a que te cuenten un secreto, Pero no puedes obligar a que confíen en ti.Y –sinceramente- creo que resulta tan importante descubrír qué nos une, como saber qué nos separa de las personas con las que diariamente compartimos la mayor parte de nuestro tiempo.
Estoy harto de ver cómo, en la mayoría de las empresas, los conflictos diarios nos roban una energía valiosísima que acaba hundiendo en la miseria y las malas sensaciones a todo el mundo.
Temer que otros ocupen nuestro lugar, revela una baja autoestima por parte de quien la padece: apuntarte las ventas de otro, quedarte con sus cuentas o, lo que es peor, con su esfuerzo o ideas, es realmente deleznable, y solo demuestra la incapacidad que tiene algunas personas para confrontar los problemas y diferencias que surgen diariamente.
Muchas personas en estas situaciones se sienten vulnerables y, sobre todo, prescindibles; por lo tanto, optan por la agresividad para defender su terreno.
No obstante, estas actitudes lo único que consiguen es desacreditarnos antes los demás; por ello es necesario regresar al principio y hacernos la pregunta esencial que nunca nos hacemos cuando trabajamos en equipo: ¿Qué nos une?
Cuando empezamos un proyecto, es vital saber cual es su sentido su trascendencia. Es necesaria una visión compartida para que se generen sinergias y la cooperación sea posible.
Recuerdo hace unos años una entrevista que hicieron a Bill Gates preguntándole por las posibilidades de negocio que había en momentos tan turbios como los que se avecinaban (la crisis todavía no había empezado); a lo cual el respondió lo siguiente: “éste es un momento fantástico para entrar en el mundo de los negocios, porque van a cambiar más en los próximos diez años de lo que lo han hecho en los últimos cincuenta”.
Esta actitud positiva ante los grandes cambios sociales de nuestra época, que han supuesto un gran éxito a Microsoft. Básicamente, se centra en el empleo de la inteligencia de sus colaboradores.
Si la mayoría de las direcciones de empresa actuales se centraran en unir a sus empleados en objetivos comunes, en fines comunes, posiblemente la productividad que tanto se busca se conseguiría de una forma mucho más eficaz. Será más fácil que el trabajo de todos sume a una sola bolsa, en vez de a doscientas bolsas diferentes que luego cruzamos, fusionamos, mezclamos, etc… Unamos en vez de separar, solamente, claro está, si nos interesa realmente salir hacia adelante.
Regla nº22:”Nunca olvidemos que, sólo los peces muertos, son los que siguen la corriente”.