Parece casi increíble que en esta época tan apasionante como la que tenemos la suerte de vivir en primera persona, donde la transformación digital es el “karma” de cualquier oferta, o de cualquier evento o artículo, donde la robótica está ahí mismo a la vuelta de la esquina esperando para implantarse de manera definitiva y cambiando para siempre, y creo que, para bien, nuestras vidas, aparezca un tipo como yo hablando de calidad.
A algunos les parecerá aburrido, innecesario o incluso obsoleto ya que la adrenalina que producen las nuevas tendencias, los miles de millones que aparentemente se van a facturar con ellos y sobre todo la rapidez de obtener ingresos, hace hasta tedioso hablar de métodos, documentos, sistemas y todo “eso” que lleva embebido la calidad.
Pero fijaros que a mí me ocurre lo contrario. Me siento afortunado de vivir esta época como he dicho al principio del Post. Creo que dentro de mucho tiempo “alguien” estudiará estos momentos de la historia como nosotros estudiamos por ejemplo cuando apareció la Imprenta o cuando las “máquinas” cambiaron en el el siglo XVIIII el rumbo de la humanidad.
La implantación definitiva de Internet, la evolución de los dispositivos, la increíble mejora de la telefonía, la globalización, el movimiento emprendedor mundial han dado pie a una serie de nuevas tendencias que afortunadamente van a hacer un mundo mejor para nuestros hijos y sus descendientes.
Pero todo esto se conseguirá si los adelantos, las máquinas, los sistemas, o los dispositivos funcionan, y funcionan bien. Y en esa afirmación es donde la calidad tiene su sitio asegurado ayer, hoy y siempre.
Si lo que hacemos falla, si nuestro servicio no gusta o no es el que nuestro cliente quiere, nuestro negocio, nuestra idea, nuestro proyecto fracasará, y cuando fracasaremos pondremos controles para solucionarlo, y cuando pongamos esos controles la gente, nuestros colaboradores, empleados o compañeros trabajarán por obligación y eso no llevará nada más que a la frustración.
La sociedad en general, y la sociedad de la información en concreto ha hecho que el “negocio” del mantenimiento, de la chapuza, de las “ñapas” haya triunfado. De hecho las grandes empresas de servicios de nuestro país viven de eso: de hacer sistemas que no funcionan colocando personal especializado (nueva versión de la esclavitud) en las empresas para “arreglar” y “parchear” cosas que ni siquiera ellos hicieron o pensaron.
Nuestro país apostó por este estilo de negocio no por el de hacer las cosas bien, de manera que el sitio que la calidad debía ocupar se dejó “vacante”, postergando está a mantener documentos inservibles por unas personas con talento que poco a poco se difuminaron en la sociedad (responsables de calidad), apoyados en gran medida por otros profesionales que de una forma u otra, pero con muy paca rigurosidad “regalaban” certificados (los auditores) para que grandes empresas tuvieran la conciencia tranquila.
Afortunadamente esto no quiere decir que el cien por cien de las empresas hayan elegido este camino, pero si un porcentaje importante, por eso hoy en día se desconoce el verdadero valor de una certificación o de un sistema de calidad. Lo que puede aportar y lo imprescindible que resulta para una empresa.
Yo muchas veces he comentado que si tuviera poder exigiría que cuando una empresa se crea igual que tiene que tener su sistema contable le fuera obligatorio obtener su sistema de calidad.
Mucha gente me dice frecuentemente que la ISO está obsoleta y no sirve para nada, pero resulta que su empresa no ha sido capaza de obtenerla, están transformando digitalmente sus organizaciones están innovando y no saben los roles que tiene en la empresa, sus funciones y ni siquiera como hacer un plan de carreras.
Llevan más de cinco años sin evaluar qué formación han recibido sus empleados o sus competencias. Todavía se expresan en adjetivos porque no tiene métricas y difícilmente saben explicar en qué consiste su catálogo de servicios.
Hay que cambiar muchas cosas, lo primero el nombre de la propia norma ISO 9001. Ella habla de sistema de gestión de calidad y realmente de lo que se trata es de poner calidad al sistema de gestión. La calidad tiene mucho que ver con los valores, con la ética y con la pasión o motivación de las personas.
Demos le una oportunidad porque como decía Walt Disney:
“solamente se trata de que los clientes que se han gastado el dinero en nuestros servicios, lo vuelvan a hacer”.
Eso es calidad, lo demás son tonterías del pasado que poco a poco hay que cambiar y mejorar entre todos.
Curiosamente cuando vemos los rankings de grandes empresas (Disney, Sony, Toyota, Apple, Inditex….) son organizaciones donde la calidad forma parte de su consejo de administración, de su ADN y de sus valores.
Hacer las actas para el auditor que viene la semana que viene debería formar parte de una película casposa en blanco y negro de los años 50 o 60. Pensarlo: Sólo es cuestión de calidad.