Dime de que presumes y te diré de que careces

Siempre he pensado que este refrán es uno de los más acertados que existen. A lo largo de mi vida me he encontrado muchas veces con algunas personas que a los cinco minutos de haberte conocido tienen la necesidad de explicarte todos lo que saben hacer y lo bien que saben hacerlo.
Y me parece bien, eso de venderse es muy importante y más en los tiempos que corren, pero entre venderte y ser un pedante, o incluso un prepotente, hay muy poco espacio.
Hubo un escritor ruso, creo que fue Tolstoi, que dijo algo como esto: ”los jóvenes no necesitan discursos sino ejemplos”. Me parece muy acertado para el tema que quiero tratar hoy, la sociedad actual y nuestras empresas no necesitan de discursos ni de personas “que lo saben hacer todo” o incluso de las “que ya lo veían venir”, necesitan de personas y profesionales que hagan cosas, bien o mal, pero que las hagan.
Algunos acertarán a la primera, otros aprenderán del fallo, pero da igual mientras que eso sirva para avanzar y conseguir aportar valor al resto.
Ser el “más listo” ya no tiene ningún valor, encima si al final resulta que en vez del más listo eres, como decía Randy Paush, “El más alto de los siete enanitos de Blancanieves”, en su famosa charla “The last lecture” (https://youtu.be/e0ZwxhFUAOo).
Lo cierto es que detrás de tanta presunción y de tanta “demostración” de inteligencia, suele ocultarse un altísimo grado de acomplejamiento, que viene de una infancia o juventud repleta de primos, hermanos o vecinos que lo hacían mejor que ellos y con el que algunos padres bombardeaban sus débiles cerebros.
Solamente hay una cosa que me desagrada de esta situación y es como afecta colateralmente a las personas brillantes y con talento, que además son una inmensa mayoría, a la hora de trabajar.
He tenido mucha veces la ocasión de ver en equipos de trabajo en los que participaban como estas personas, repito: brillantes y con talento, se callaban o se escondían dejando a los estos “personajes” que tomaran el control de las situación. ¡Ojo¡, de cara a la galería, porque a la hora de sacar el trabajo adelante estos “personajes” se apartan; y aunque dejan sus recaditos de “hermanos mayores”, permiten que la gente brillante saque los proyectos adelante.
Y lo que es peor, la gente con talento tiene sueños, los otros no. ¿Por qué?. Muy sencillo, la persona con talento usa el cerebro y el corazón, los otros solo la boca; además suelen ser estas personas las que al no comprender otra situación, dado su nivel de complejos, desbaratan cualquier aptitud positiva de otro de manera fulminante.
Una vez leí una frase de J.C. Penney que decía así “Dadme una mozo de almacén con un sueño, y yo os daré una persona que pueda hacer historia. Dadme una persona sin un sueño y os daré un mozo de almacén”.
De ahí que sea fundamental la visión por parte de nuestros líderes y directivos a la hora de seleccionar a la gente que realmente forme parte de la solución y no del problema, gente que trabaje independientemente de las situaciones justas o injustas que esta época nos está dando
Ahí es donde está la solución en la acción del ser humano, no en su discurso y en la búsqueda implacable de culpables. Yo creo que la época de los héroes ha dado lugar a la época de los grupos heroicos. Quizás uniendo nuestras fuerzas sea más fácil sacar los temas adelante.
¿Y que hacemos con estos presumidos?, muy fácil ayudarles y enseñarles cómo hacer a los cosas, todos ellos tiene valores dentro de si mismos que no pueden, o no saben sacar. Ayudémosles con ejemplos, no con discursos, pero para eso debemos de levantarnos del “banquillo imaginario” en el que nos han sentado.
Salgamos a jugar el partido, y si es posible a ganarlo.
Como decía Baltasar Gracián: “El primer paso de la ignorancia es presumir de saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben.”.
 

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