Recuerdo con cierta nostalgia que cuando yo empecé hace casi 35 años a trabajar, la manera más o menos normal de progresar era cambiando de empresa. A no ser que trabajaras en una empresa muy grande casi no existían los planes de carrera como en nuestros días; y lo cierto que ascender era bastante complicado.
Además en el sector TIC abundaba el trabajo, y resultaba sencillo cambiar y mejorar tu situación tanto económica como laboral. Dabas el aviso con quince días de anticipación y ya está.
Yo he de reconocer que personalmente no se muy bien si he sido valiente o irresponsable; ya que siempre me llamaba la atención el proyecto que iba a realizar, el sector donde iba a trabajar y lo que podía aprender; dejando en un segundo lugar el sueldo. Creo que han sido tres veces las que cambié de empresa cobrando un poco menos; pero repito el cambio me favorecía.
Por supuesto siempre he respetado a los compañeros que si no eran despedidos no se cambiaban, aunque estuvieran a disgusto, o no fueran felices en su trabajo. Digo que he respetado, pero desde luego nunca he compartido; como tampoco he entendido nunca el tema de la excedencia cuando cambias de trabajo; entiendo que quieras hacer un master, por ejemplo, y la pidas; pero marcharte de la empresa a otra y pedirla por si acaso, no lo comprendo.
El caso es que hoy en día estas prácticas ya casi han desaparecido; ahora mucha gente esta “literalmente” clavado a su silla, esperando, e incluso calculado día a día, su despido con la consecuente liquidación.
Esta bien, siempre y cuando esto no interceda en tu felicidad o estabilidad emocional y por lo tanto profesional.
¿Qué quiero decir?: muy sencillo, que hay un porcentaje muy alto de profesionales descontentos en sus trabajos, perdiendo oportunidades de hacer cosas nuevas o de evolucionar o desarrollar nuevos trabajos, en espera de que la empresa les pague su liquidación.
Hasta tal punto que llega a ocurrir lo que le ha pasado a un amigo mío hace muy poco; llevaba hastiado varios años en su empresa, esperando su despido; este le llegaba a todos sus compañeros menos a el, hasta tal punto que al final ha decidido “dejar de pelear por su liquidación” y se ha centrado en encontrar un nuevo empleo.
¿Y sabéis lo mejor?: que lo ha encontrado.
Pero ¿os imagináis lo más fascinante de esta historia?; que me ha confesado que hacia tiempo que no se había sentido tan feliz, y que ahora que ha tomado esa decisión “ha pillado” todas mis “monsergas y charlas” que le daba sobre la zona de confort, la búsqueda de la felicidad y la autoconfianza en uno mismo.
Exactamente lo mismo que dice un crio en la escuela cuando por fin entiende lo que le explica su profesor: “Lo he pillado, ahora ya lo he pillado”. Esa es la confirmación del aprendizaje, cuando ya lo interiorizas.
Que raros somos los humanos que necesitamos experimentar las cosas, por encima de cualquier explicación o discurso. Dostoyevski solía decir “que los jóvenes necesitan más ejemplos y menos discursos”. Posiblemente tenga razón.
Pues amigo mío, me siento muy orgulloso del paso que has dado; ahora tardarás unos años en entrar de nuevo en otra zona de confort, pero ya será diferente, porque tu autoconfianza ha crecido de manera exponencial. Felicidades.