Recientemente tuve la suerte en mi visita a Caracas de conocer personalmente a Charles Brewer-Carias, del que ya os había hablado en otro Post. Este “hombre” es explorador y entre muchas cosas imparte la asignatura de “supervivencia” en universidades a jóvenes ingenieros o economistas para que adquieran el concepto de hombre tal y como él lo hizo.
No llevábamos juntos ni cinco minutos y me contó su experiencia con los indios de la selva amazónica, cuando hace años él fue a “enseñarles” lo que les podía dar la sociedad moderna y avanzada, cosas como la radio, las conservas o una simple cacerola. Al ver aquellas cosas los indígenas le preguntaron que si él sabía hacerlo, a lo cual Charles les dijo que no. Aquello hizo que los indígenas le despreciaran y decidieran adoptarle como “un niño”, ya que no sabía hacer nada sólo compraba lo que necesitaba o le gustaba. Años más tarde de convivir con ellos, cuando ya sabía construir cosas útiles para vivir le dieron su título más valioso: “el de hombre”.
Hablamos sobre muchas cosas, le conté mis planes hasta los 75 que él me pidió ampliara hasta los 95, ya que a esa edad es según Charles, cuando el cerebro funciona con más nitidez. Y fue a raíz de esa conversación cuando por primera vez me definió como un “Polymath”. Yo nunca había oído ese concepto, de manera que me puse a investigar.
La polimatía es la sabiduría sobre campos diversos. Así, un polímata , que quiere decir «que conoce, comprende o sabe de muchos campos», sería un individuo que destaca en diversas ramas del saber. El término se refiere a personas cuyos conocimientos no están restringidos a un área concreta, sino que dominan diferentes disciplinas, generalmente las artes y las ciencias.
También se utilizan los términos Hombre Renacentista u Hombre del Renacimiento. Este concepto fue desarrollado durante el Renacimiento italiano por uno de sus máximos representantes, el arquitecto Leon Battista Alberti (1404–1472), que afirmó que «…el artista en este contexto social no debe ser un simple artesano, sino un intelectual preparado en todas las disciplinas y en todos los terrenos».
Esta idea recoge los principios básicos del humanismo del Renacimiento. Se caracterizaba por considerar al hombre como un ser todopoderoso, con capacidades ilimitadas para el desarrollo, y exhortaba a la gente a abarcar todos los campos del conocimiento y desarrollar sus capacidades al máximo. Por este motivo, muchos hombres en el Renacimiento hicieron florecer notablemente la cultura y el arte.
Pero el concepto de Renacimiento, que originalmente designó la magnífica renovación de las artes en tierras italianas, se ha convertido hoy en el marco histórico en el que incluimos la amplia transformación mental y material que los europeos vivieron entre los siglos XV al XVI.
Por una parte su mundo se ensanchó en términos físicos: no sólo llegaron a la India, en Asia, sino que descubrieron otras Indias: Las Américas, y allí otra humanidad que no dudaron en sojuzgar.
Por otra parte, el pasado resucitó: los humanistas recuperaron trabajosamente los textos de los grandes autores latinos y griegos con el afán de modelar su época según los valores morales y políticos de la Antigüedad clásica. Al mismo tiempo, otro pasado iba quedando atrás: los particularísimos feudales dieron paso al surgimiento del estado moderno, del estado nacional cuya autoridad se imponía a todos sus súbditos, incluso en el plano de la conciencia, a través de mecanismos como el tribunal del Santo Oficio. A todo esto sin añadir otra ruptura: la pugna entre dos credos que se convirtió en una verdadera revolución: la lucha entre Roma y Lutero.
Sin lugar a dudas, creo que estamos en un instante en que nuestra sociedad está viviendo un momento similar al del Renacimiento. Los mercados emergentes, el impulso de las nuevas tecnologías, la búsqueda implacable de la sostenibilidad como fuente de vida, el respeto al medio ambiente, la globalización, la caída de países, la creación de otros.
La ausencia de valores, el desprestigio político, hechos y acontecimientos que observamos sentados en nuestro sillón de casa mientras suceden, y que aunque queramos mantenernos la margen de ellos no podemos.
Todo esos hechos que son ya historia inciden de manera muy directa en nuestro “día a día”, las empresas, nuestras profesiones, el estilo de vida, todo absolutamente todo está cambiando, se está reconstruyendo y ahí no hacen falta “opinadores” ni “ingenieros”, sino hombres y mujeres multidisciplinares, polímatas que no sean simples ejecutores de una tarea, gente con visión de colores, con uso racional de los dos hemisferios del cerebro, con Pasión, con ilusión y con Talento, mucho talento pero que provenga de la experiencia, del trabajo, del estudio.
Al igual que Leonardo, Miguel Ángel, Botticelli y demás renacentistas del siglo XV, debemos emerger esos “Polymath” que según Charles estamos dispersos por el mundo ya que somos lo que necesita la sociedad actual. Los cerebros “planos”, “unidimensionales” deben apartarse y reconvertirse, este nuevo mundo es un mundo en tres dimensiones.
Regla nº116 “¿Qué tienen en común Tim O’Reilly, Yvon Chouinard, Steve Jobs, Henry Ford o Nikola Tesla? Todos tenían, o tienen, un poco de artesanos, aventureros, personas bien formadas (a menudo de manera autodidacta) en cultura clásica, científica y técnica. La literatura y la filosofía también son importantes”.
Durante años se refirieron a estos como el «jack of all trades, master of none» y recientemente empieza a verse el valor actual de estos en los organigramas de empresa.
Este conocimiento polifacético es lo que en mi opinión muchas empresas buscan con este impulso de diversificación tecnológico y permite al individuo a saber opinar con criterio y manejarse con soltura en este ecosistema en permanente estado de flujo.
Una cosa no quita la otra y debemos rodearnos y codearnos con el mejor equipo que de apoyo a esta figura.
Gran artículo.