Generalmente en este Blog he venido hablando de personas, amigos y/o profesionales a los que admiro y de los que he podido aprender cosas. A todos les he puesto un cargo: “gente mayor”, “gente joven”, “soñadores”, “un chef”, “una deportista”, pero hoy me encuentro ante una situación excepcional, porque precisamente voy a contar las cuatro cosas que he aprendido de un ser excepcional: Luis Bachiller.
Una de mis ilusiones desde pequeño ha sido escribir un libro. Julio Verne, Alejandro Dumas o Emilio Salgari tuvieron en parte la culpa, pase mucho tiempo de mi infancia leyendo sus novelas, soñando con ellas y viajando a un mundo infinito, cuando mi cruda realidad se ceñía a Madrid.
Siempre pensé que escribir me daba libertad, y por ello me pasaba mucho tiempo haciendo redacciones interminables, relatos cortos e incluso una cosa que llame guion de cine.
El año 92 aproximadamente, hace unos 25 años para ser más exactos, es cuando tuve el privilegio de conocer a Luis Bachiller. Él era editor en Everest, una prestigiosa editorial de libros en España, y como nos habíamos conocido unos años antes y habíamos sintonizado (una cosa vital para ser amigo de Luis), le llamé y quedé con el para presentarle mi idea y el material que tenía preparado.
Luis lo leyó y sin pestañear me dijo: “Tú no tienes ni puta idea de escribir, esto es una basura”. Obviamente me quedé petrificado. Además del mensaje, su rostro y su forma de vestir de negro absoluto, me dejaron sin palabra.
Ahí recibí su primera lección: “No hay nada más admirable que una persona que habla claro desde el principio”.
Después de su reprimenda, me dijo que si quería aprender a escribir él me enseñaría pero que las iba a “pasar muy putas”. Me inundó de lecturas, me corrigió hasta el infinito, me mandó a paseo muchas veces, y nos hicimos amigos, grandes amigos, ya que según Luis yo era trabajador, honesto y le gustaba mi familia que por entonces éramos mi mujer y mi hijo Nacho, una de sus grandes debilidades junto a su sobrina Julia.
Esa fue la segunda lección, demostrarme que: “el honor de una persona y su respeto por la familia debía ser lo más importante para un hombre”.
Todas esas reuniones y clases, aderezadas de cerveza, pacharanes y algún que otro cocido en Malacatín, dieron como resultado mi (nuestro) primer libro: “Metodología Métrica”. Fue un libro técnico que tuvo su éxito a finales de los 90 y desde luego sirvió como sello a nuestra amistad.
La novela nunca llegó porque a Luis no le gustaba que escribiera sobre cine, que es de lo que yo sé, él decía que yo era un empresario y que no debía perder el tiempo en “mariconadas” ni en mis historias inventadas. Además, los dos éramos de ideas totalmente dispares, lo cual hacia que mucha gente se preguntara que como era posible que fuéramos amigos, y ahí precisamente llegó su tercera lección: “siempre respetó mis ideas, porque por encima de todo estaba la amistad”. Así, aprendimos a reírnos de esa diferencia lo cual nos dio innumerables tardes divertidas.
Para terminar llegamos al siglo XXI, y aunque mucha gente no se lo imagina, Luis era un tecnólogo de mucho cuidado. El me creó mi perfil de Facebook, me dió grandes consejos para twitter y me enseñó a escribir Blogs. Participe en aquel maravilloso “Desván de los sueños”, volvimos a colaborar en el “Brevario de la Cerveza”, y el broche de oro lo conseguimos hace cinco años cuando junto a Raúl Baltar escribimos el libro: “El arte de lo políticamente incorrecto”.
Y aquí llegó su cuarta lección cuando me dijo: “Domingo siempre debes ser educado con la gente, pero este país, este mundo necesita gente políticamente incorrecta como tu y yo, porque con tanto hipócrita vamos de culo”.
Creo que indicar cuatro lecciones de una persona como Luís son pocas, puesto que han sido muchísimos más las cosas que he aprendido de él.
Ahora me queda un papel muy difícil como a sus familiares y amigos, aprender a vivir sin él, sin sus consejos y su presencia, sin su humor afilado y sin esas tertulias con cervezas y Rock.
Querido Luis nunca pensé que escribiría un texto como este de homenaje a ti, perdóname porque habré puntuado mal, usado algún sustantivo que no debía…, pero perdóname, porque este texto lo he escrito con el corazón.
Recuerdo tu frase favorita de una de tus películas favoritas: “Sin perdón”, cuando al final Clint Eastwood les dice a todos los del pueblo: “si os volvéis a meter con estas señoritas volveré y os matare a todos”.
Luis, tu no tendrás que volver porque sólo mueren las personas a las que olvidamos y tu siempre vas a estar en nuestra memoria.