Nunca pensé que una canción de “Presuntos implicados” me iba a inspirar para titular un Post, pero así es. Hace dos años, me pidieron presentar un evento sobre innovación que se hacía en Madrid y, con la inquietud que me caracteriza, me puse a leer informes, artículos y libros sobre innovación, para escribirme el guión del evento.
Entre todo lo que leí me impresiono bastante un libro titulado “The element” escrito por Sir Ken Robinson y Lou Aronica; es una lectura que recomiendo porque, al margen de la innovación, los que este caballero explica es cómo descubrir la pasión que hay dentro de nosotros para cambiar todo.
Curiosamente, como me ocurre a menudo, el empezaba el libro con una historia que yo suelo emplear en mis conferencias y que comparto con todos vosotros:
“En un colegio cualquiera, del país o la ciudad que nos guste más había una maestra de primaria dando una clase de dibujo a un grupo de niños de seis años de edad. Al fondo de la clase, había una niña sentada que no solía prestar mucha atención. Sin embargo, en clase de dibujo si lo hacía.
Durante casi media hora, la niña permaneció sentada ante una hoja de papel, completamente absorta en lo que estaba haciendo. A la maestra, aquello le pareció fascinante. Al final, se acercó a ella y le pregunta que estaba dibujando. Sin levantar la vista, la niña contestó:
-Estoy dibujando a Dios.
Sorprendida, la maestra dijo:
-Pero nadie sabe que aspecto tiene Dios.
Y la niña respondió:
-Lo sabrán enseguida.
Lo que me gusta de esta historia es recordar que los niños tienen una confianza asombrosa en su imaginación. La mayoría de nosotros perdemos esa confianza a medida que crecemos y nos hacemos “adultos”.
Si mañana fura a la clase de mi hijo romeo, que tiene siete años, y preguntara quién tiene imaginación, o quién sabe dibujar o cantar, posiblemente todos levantarían las manos. Pero creo que si hiciera las mismas preguntas a mis alumnos de tercero de la Universidad, me encontraría con que casi nadie levantaría la mano.
¿Qué nos ha pasado entonces? No me digan que la escuela, la universidad y la empresa son sitios en los que nos borran la memoria y nos eliminan el talento para dibujar, tener imaginación o cantar; porque no me lo creo.
¿Y cómo hemos cambiado? Irónicamente, la educación es una de las principales razones por lo que esto ocurre; el triste resultado es que hay mucha gente, quizás demasiada, que nunca conecta con sus talentos naturales y, por tanto, no es consciente de lo que en realidad es capaz de hacer.
Si miramos a nuestro alrededor, nos encontramos continuamente con estudiantes que se preguntan qué harán en el futuro, y dirán que no saben por donde empezar; padres preocupados que intentando orientar a sus hijos lo que hacen es alejarlos muchas veces de sus verdaderas aptitudes; incluso de empresarios que ponen el máximo empeño en entender y aprovechar las mejores cualidades de sus empleados.
Y si nos ponemos a sacar conclusiones, vemos que hemos conocido o conocemos un número muy elevado de personas que carecen de una verdadera percepción de sus talentos, y de lo que realmente les apasiona. Y ojo: no disfrutan de lo que hacen, pero tampoco tienen idea de lo que les satisfaría.
También podemos ver, sin embargo, que a diario nos llegan videos y mensajes a través de Internet, de gente que lo consigue; de PowerPoint, -incluso algo ñoños-, contando historias de triunfadores o de simples personas que son felices explotando su talento natural. Todas estas historias tiene algo en común: ninguna son cuentos de hadas. Todas ellas han sido vidas complicadas y llenas de retos. Sus trayectorias han sido difíciles; han fracasado conviviendo con el triunfo de los mediocres, su vida no ha sido “perfecta”, pero sus historias son fascinantes y, ahora, casi cualquiera de nosotros se cambiaria por ellos.
¿Dónde están esos ideales que teníamos de jóvenes? ¿Dónde se ha quedado esa fuerza con la que íbamos a comernos el mundo? ¿Por qué hemos cambiado? Por favor, pensemos respuestas que vayan más allá de nuestra comodidad, o de la hipoteca a pagar.
Regla nº24: ”No estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época”.
Domingo, aunque ya te he escuchado esta reflexión en tus conferencias en la Universidad Carlos III, he vuelto a releer este post, que tanto me gusta por su mensaje y forma. Cuando empezaba mi carrera investigadora, hace unos 25 años, lo hacíamos por pasión hacia ciertos temas. Hoy en día, cuando pregunto a nuestros alumnos del Master de Investigación qué tema le apasiona para investigar, la respuesta generalizada es: no se.
Domingo, aunque ya te he escuchado esta reflexión en tus conferencias en la Universidad Carlos III, he vuelto a releer este post, que tanto me gusta por su mensaje y forma. Cuando empezaba mi carrera investigadora, hace unos 25 años, lo hacíamos por pasión hacia ciertos temas. Hoy en día, cuando pregunto a nuestros alumnos del Master de Investigación qué tema le apasiona para investigar, la respuesta generalizada es: no se.
Domingo, aunque ya te he escuchado esta reflexión en tus conferencias en la Universidad Carlos III, he vuelto a releer este post, que tanto me gusta por su mensaje y forma. Cuando empezaba mi carrera investigadora, hace unos 25 años, lo hacíamos por pasión hacia ciertos temas. Hoy en día, cuando pregunto a nuestros alumnos del Master de Investigación qué tema le apasiona para investigar, la respuesta generalizada es: no se.
Domingo, aunque ya te he escuchado esta reflexión en tus conferencias en la Universidad Carlos III, he vuelto a releer este post, que tanto me gusta por su mensaje y forma. Cuando empezaba mi carrera investigadora, hace unos 25 años, lo hacíamos por pasión hacia ciertos temas. Hoy en día, cuando pregunto a nuestros alumnos del Master de Investigación qué tema le apasiona para investigar, la respuesta generalizada es: no se.