Esta semana mi post va a trasladar una historia que desde que sucedió por el año 72 siempre me ha impresionado. Cuando sucedió yo era un crío y sin embargo recuerdo perfectamente las noticias del telediario y de los periódicos de la época; luego llegaron documentales y libros y sobre todo en el año 93 hasta una película.
Me estoy refiriendo a la tragedia de los Andes, la historia del avión que llevaba a un grupo de jugadores de Rugby uruguayos y a sus familias cuando se estrelló en la cordillera de los Andes el 12 de Octubre de 1972.
Setenta y tres días después del accidente, los dieciséis supervivientes volvieron al mundo, la mayoría de ellos rondaban los veinte años de edad y tuvieron que sobrevivir a cuatro mil metros de altura, con temperaturas de veinte grados bajo cero, sin abrigo ni comida.
Sobrevivir en la montaña, ver como un alud mata a ocho compañeros tuyos delante de ti, como superar esas situaciones límite, como entender la muerte, la decisión de alimentarse de los cuerpos de sus compañeros, la decisión de salir en busca de ayuda, hace de este hecho una muestra única para conocer la capacidad de superación del ser humano.
Leyendo “La sociedad de la nieve” escrita por Pablo Vierci un compañero de los supervivientes que no viajo con ellos y sin embargo consiguió que ellos mismos le contaran la historia de lo que ocurrió en primera persona; he querido compartir con vosotros una situación que se dio allí en los primeros días y que creo nos puede ayudar a ver nuestra situación actual de diferente manera.
Desde el momento del accidente su lucha por sobrevivir estuvo llena de reveses y desafíos y, uno de sus consuelos era la emisión diaria de radio que informaba sobre la evolución de las operaciones de rescate. No obstante, se suspendió la búsqueda de los supervivientes después de cuatro semanas.
Tres miembros del grupo, al oír las noticias, debatieron si contárselo o no al resto del grupo y, finalmente, Gustavo Nicolich, uno de los líderes que surgió de este grupo, insistió en contar al resto su difícil situación:
“Subió por el orificio, entre el muro de maletas y camisetas de rugby, se agazapó en la boca del oscuro túnel y miró las caras tristes, que se habían vuelto hacia él.
Gritó:” ¡Eh, chicos!, hay buenas noticias. Acabamos de oírlo en la radio. Han suspendido la búsqueda”.
Se hizo el silencio dentro de la cabina llena de gente, y según les iba invadiendo la desesperanza por su difícil situación.
Gimieron: “¿Por qué diablos son buenas noticias?”, Páez gritó enfadado a Nicolich.
Y éste contestó: “Porque quiere decir que vamos a salir de aquí por nuestros propios medios”.
El optimismo y la confianza de Gustavo Nicolich permitieron que el grupo se sobrepusiera a lo que fue, indudablemente, uno de los hechos más deprimentes y sobrecogedores desde que se estrelló el avión. Él logró cohesionar al grupo reformulando una situación de manera positiva y, entonces, como un todo, empezaron a asumir la responsabilidad de su propio rescate.
Quizás nosotros debamos reformularnos nuestra nueva situación; y en vez de esperar que alguien nos solucione la papeleta lo intentemos nosotros; quizás en vez de buscar un trabajo que ya no existe nos decidamos a crearlo nosotros mismos.
Quizás empecemos a confiar más en nuestro talento y dejemos de un lado nuestro curriculum; quizás encontremos ante la ausencia de trabajo colaborar en proyectos, que es un trabajo de otra forma.
A lo mejor reformulando nuestra situación abandonamos la palabra crisis por otra que identifique una nueva época; y precisamente al ser nueva, estar por descubrir, por formular, por identificarla, veremos que hay un montón de cosas por hacer.
Sin olvidar que hay mucha gente a la que ayudar, Mayores que no la comprendan, gente que no la acepta y no quiere que suceda, sin darse cuenta de que ya ha sucedido, jóvenes que han sido educados en otro sistema que ya no existe, y niños que son la esperanza de sostenibilidad del nuevo modelo.
Hay muchísimo por hacer y la buena noticia es que nadie va a hacerlo sino que somos nosotros los responsables de dar forma a nuestro presente-futuro.
Regla nº85: “El único elemento que puede substituir la dependencia del pasado es la dependencia del futuro”.