Trabajar en Disneylandia

Una vez le preguntaron a Walt Disney si se sentía como un loco viviendo en un mundo imaginario donde la gente era siempre feliz y estaba riendo en todo momento, a lo que él respondió que su mundo era el cuerdo y que los locos eran los que vivían fuera de allí.
A lo largo de mi vida profesional bastantes veces me he encontrado con la misma pregunta, cuando proponía usar métodos o procesos, o cuando demostraba que no haber usado simples conceptos de calidad (documentar, escribir, preguntar, registrar, probar….) era el motivo por lo que nos habían echado de un cliente, o porque no se habían conseguido los objetivos planificados.
Al frente siempre había profesionales fornidos en miles de noche de anarquía mental y de “coca colas con pizzas” en estado puro, burlándose de mí presumiendo de estar en el mundo real y no en uno imaginario como el mio.
Siempre recordaré la experiencia con unos compañeros hace muchos años cuando acabamos de montar el servicio de una de las primeras factorías de software españolas y le estábamos explicando el modelo de relación entre el cliente y la factoría. Después de una hora de explicaciones su respuesta todavía me acompaña a veces:
” ¡Domingo!, si a mí me dieran los requisitos escritos de la aplicación y el diseño yo haría los programas sin errores también, lo bueno es hacerlo sin nada, como lo hacemos siempre”
En casi todas las charlas o cursos que doy suelo contar el ejemplo de la raya en el suelo, algo parecido a lo que hizo Hernán Cortes en Méjico con sus soldados. Se trata de ir a un parque de arena y trazar una línea recta en el suelo. A la derecha nos situaremos cuando hagamos algo correctamente y cuando no sea así pasamos a la izquierda, para luego regresar a la derecha ya que se supone que somos personas o profesionales que aspiramos a hacer las cosas bien.
Bueno pues a partir de empezar con nuestro trabajo un día tenemos que hacer algo que no es correcto, desde la mentira piadosa, a decir que en cinco minutos terminamos esto o aquello y por supuesto pasando porque por diferentes motivos donde dejamos las especificaciones a medias, no hacemos todas las pruebas que deberíamos hacer, planificamos holgadamente para no pilarnos los dedos, presupuestamos poniendo parches por todos los lados, etc….
Con lo cual estamos pasando de un lado a otro continuamente, a veces despacio y en determinados proyectos a toda prisa.
¿Qué sucede entonces?, pues muy sencillo, con tanto movimiento la línea que separa el bien del mal desaparece y entonces «todo vale», pero es que cuando todo vale solo lo malo prevalece, y de repente nos encontramos con que no salir antes de las diez de la noche de la oficina es malo y que los buenos son aquellos que se van los últimos todos los días por ejemplo.
Por supuesto cuando propones dedicar tiempo a planificar o escribir, muchos profesionales ponen el grito en el cielo tirando de experiencia. Pero es curioso, resulta que en los libros japoneses de bushido los maestros definen la experiencia como el conjunto de cosas diferentes que una persona hace a lo largo de su vida.
Repetir durante 15 años la misma forma de trabajar NO es experiencia sino todo lo contrario, y las personas que tienen este perfil no son expertas, sino analfabetas de “mentes estrechas” que no ven ni pueden ver nada que esté fuera de su corta visión.
Los números y las rentabilidades está claro que son los timones de nuestra actual sociedad, pero la chapuza, el parche, el error no son aceptados. Las empresas que navegan en mitad de las crisis da la casualidad que son aquellas que apuestan por la calidad, por el hacer las cosas bien, y claro da la coincidencia que sus trabajadores son gente feliz y orgullosa de hacer las cosas bien y de haber aprendido a moverse con los cambios.
Hoy en día oigo todavía algunas veces cosas como “¿ y si pasamos de los temas de calidad?, así podemos bajar el precio porque lo hacemos más rápido y así el cliente nos da el proyecto”.
Lo mejor de esto es que ya no salgo corriendo para refugiarme en Disneylandia y vivir escondido en un mundo imaginario, no ni mucho menos. Ahora me enfrento a ellos demostrando que están equivocados: impartiendo charlas, escribiendo Blogs, leyendo a los gurús, y convenciendo día a día, cliente a cliente, con “datos” y “hechos” de que este es el camino correcto.
No es fácil, muchas veces me caigo (la mayoría de las veces), o me quedo solo.
Pero tengo trabajo, mucho trabajo y cuando consigo compañeros de viaje me encuentro con los mejores, con muchos que piensan como yo y están hartos de los chapuceros, que por cierto son cada vez menos y se refugian en otros “paraísos” que yo personalmente denomino “cloacas sociales”.
Por favor, después de leer este Post pensar en algo que queráis hacer: un trabajo, una fiesta, un proyecto… tomad un papel y escribir como habría que hacerlo para que salga bien y en otra hoja como hacerlo para que salga mal. Si os dais cuenta siempre cuesta mucho más hacer las cosas mal que bien.
¿A ver si ahora resulta que después de tantos años siendo unos chapuceros ahora nos da vergüenza hacer las cosas bien?,
La verdad es que prefiero pensar esto que no que vivo rodeado de chapuceros, de «benditos» chapuceros amigos, no olvidéis que gracias a su ignorancia tenemos mucho trabajo por hacer.
No deberíamos olvidarnos que tener cultura y formación cuesta mucho dinero, pero que la ignorancia cuesta mucho más.

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