Uno de los hombres más sabios que he conocido en el mundo de la gran empresa, me regaló el mejor consejo que se puede recibir:
“Cuando se produce un conflicto en la empresa, debido a cuestiones de cualquier índole, no responda de inmediato. Madure su respuesta el tiempo que sea necesario. Responder con precipitación sólo puede incrementar el conflicto y acarrear todo tipo de problemas. Es mejor la palabra no pronunciada que la mal interpretada. Los conflictos no se resuelven con precipitación, sino con reflexión, sensatez y templanza”.
Tengan en cuenta este principio. A mí me ha salvado muchas veces. Como cualquier persona, tendemos a resolver los conflictos de manera inmediata, y hay cosas que precisan tomarse el tiempo necesario para comprenderlas y afrontarlas. Esto está íntimamente relacionado con la comunicación oral y escrita en la empresa. No olviden que siempre transmiten un pensamiento a través del lenguaje; y puede decodificarse en tantas formas como receptores tengamos. Les garantizo que la interpretación siempre será distinta en cada caso. Por ello, les recomiendo lo mismo: reflexión, sensatez y templanza.
Hoy por hoy, las empresas españolas están implantando políticas de comunicación activa, más por las exigencias de los inversores internacionales sobre este tema que por pura convicción sobre el concepto. Para muchos directivos se trata más de llevar a cabo actividades que son muy útiles y beneficiosas para la reputación de la compañía, pero que no tienen nada que ver con el negocio principal de la empresa. ¿Cuántas empresas españolas están plenamente convencidas del papel de la empresa en la sociedad? ¿Cuántos directivos se han planteado la necesidad de redefinir sus modelos de negocio, convirtiendo los valores reales de la comunicación en el eje transversal que se aplica a todas las funciones de su organización?
Como muy bien apunta mi amigo Félix Cuesta en su libro “La Empresa Virtual”:
“Cuando analizamos el mundo real nos encontramos, en la mayoría de las ocasiones, con que la empresa ya la tenemos constituida y estructurada bajo conceptos tradicionales de funciones verticales y jerárquicas y convertirla en una empresa estructurada bajo conceptos de corporación virtual implica una serie de cambios de gran importancia que deben ser realizados de forma sistemática y con especial cuidado para conseguir que los cambios supongan una mejora y, en ningún caso, la destrucción de todo un pasado que, con toda seguridad, contará con importantes activos fundamentales para reconstruir o más bien adaptar a partir de los mismos.
El capital humano está aceptado en la empresa moderna como el principal activo de la misma, siendo éste el que forman las personas con sus competencias y gestionar personas cuando estamos hablando de personas con un importante nivel de formación, como es cada vez más la realidad de las empresas, también es cada vez más difícil administrar estos recursos utilizando únicamente la técnica pura; la componente imaginativa, de comunicación y de relaciones se hace cada vez más necesaria, convirtiendo la dirección en un cierto tipo de arte, para el que algunos pueden no estar dotados”.
¿Está su empresa preparada para ello?