¿Quién ha Sido?

Siempre me ha gustado la frase que dice “Eres parte de la solución, o eres parte del problema”, ya que desde mi punto de vista nos sitúa al 100% cuando nos enfrentamos a un problema. Es una frase que no acepta indecisos ni actuaciones “políticamente correctas”, es decir “hipócritas”.

Lo malo de la frase es que, al ejecutarla, todos decimos que formamos parte de la solución y que son “los otros” los que generan el problema. Y es que buscar culpables es uno de los mayores alicientes que nos aporta nuestra vida profesional: echar la culpa a otro.

Algunas personas al leer esto dirán que no es así; que todos buscamos soluciones y que eso de buscar culpables no lleva a ningún sitio. Pero es bueno que nos sinceremos, al menos con nosotros mismos. ¿No nos damos cuenta que, en muchas de esas reuniones de crisis a las que últimamente asistimos con demasiada frecuencia, en cuanto se plantea un problema vamos directamente a indicar quien ha sido el culpable, olvidándonos por completo de cuál es la solución? En el mejor de los casos, una vez que encontramos al culpable, le obligamos a que lleve a cabo la solución; pero lo primero es el culpable.

Hagamos un ejercicio simple. Si quieren, cojan papel y bolígrafo, y vayan pintando el diagrama en base a sus respuestas. Vamos a situarnos en la oficina y vamos a pensar en algo que funciona bien. En ese momento llega alguien y nos pide que lo mejoremos y que pensemos en una forma de que algo funcione mejor. Aquí tenemos la primera cuestión: si funciona, ya sabemos; ni lo toques. Pero, ¿y si no funciona? Bueno se me ocurren tres cosas; lo primero que no se entere nadie. Lo segundo, evita mojarte para no verte involucrado y, lo tercero e inevitable, busca un culpable.

¿Encontramos al culpable? Estupendo; denúncialo y olvídate del problema. Pero, ¿y si no lo encontramos? Aquí puedo hacer dos cosas: puedo culpar a alguien cercano al problema y dejar que funcione como culpable, o puedo confiar en que pase el tiempo y la cosa se olvide.

Esto puede derivar en otro escándalo mayor, o que alguien te pregunte ¿Por qué no lo hiciste? Con lo cual, tú mismo pasas a ser el culpable; lo que, honestamente, te debería de llevar a dimitir. Lo bueno de esta situación es que en España nunca pasa nada, de manera que, probablemente, cambiarias de puesto en la organización, y `punto.

Evidentemente, en los tiempos que corren, lo primero que debemos hacer, si tenemos algo de vergüenza profesional, es cambiar el paradigma. Es decir; en lugar de pensar siempre en cuál es el problema y quien es el culpable, podemos y debemos preguntarnos que deseamos conseguir y cómo lo podemos lograr. Sinceramente este cambio de actitud creo que puede cambiar una vida. Si hacemos ese cambio llegará un momento en que la búsqueda implacable de culpables nos parecerá de los más aburrido del mundo; mientras que, pensar en soluciones, será un reto apasionante cada día de nuestras vidas

Pero este cambio de actitud puede traer otras consecuencias, ya que para que ese cambio se produzca, debe existir capacidad para crear alternativas y -sobre todo- compromiso para llevarlas a cabo. Por ahí anda el problema. Todos estamos esperando a que otros cambien de actitud y encuentren esas alternativas, nos las cuenten y, si no nos ocasiona mucho trastorno en nuestra ACOMODADA vida, las adaptamos.

Eso sí,  seguiremos quejándonos de todo; de los políticos, de nuestras empresa, de los clientes, de nuestros jefes compañeros…  Es decir; de todo aquello susceptible de ser usado como excusa para no hacer nada. Ahí es donde volvemos  a estar cómodos: quejándonos y buscando culpables.

Una vez leí un libro interesante: “The no complaining rule” de Jon Gordon. En este libro el autor daba tres herramientas para no quejarse que a mí me han ido muy bien y que quiero compartir con vosotros. La primera es usar el “pero” como técnica positiva. Es decir; cuando veáis que os estáis quejando de algo, añadir la palabra “pero” y luego una acción o pensamiento positivo.

Segunda: a partir de mañana vamos a concentrarnos en que “podemos hacer” en vez de “en lo que tenemos que hacer”. Cambiemos de perspectiva y comprendamos que no tenemos que hacer algo, sino que –podemos- hacerlo. Por ejemplo, en vez de decir todas las mañanas “Jo tengo que ir a trabajar”, podemos pensar “bien puedo ir a trabajar, ya que TENGO TRABAJO”.

Y tercera, y última: Transformar las quejas en soluciones. Yo no quiero eliminar todas las quejas, pero si aquellas que no tienen fundamento y no me llevan a ningún sitio. Cambiémoslas por quejas justificadas, ¿cuál es la diferencia entre las dos? Muy sencillo; cuando pronunciamos una queja sin fundamento, nos concentramos estúpidamente en los problemas, mientras que en la queja justificada, identifico un problema y la queja misma me lleva a la solución. Es decir; cada queja representa una oportunidad para convertir lo negativo en positivo.

Regla nº13:” Tratad la enfermedad, no los síntomas”.

 

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