Que motiva a un equipo

Harry F. Harlow era un profesor de psicología en la Universidad de Wisconsin que, en la década de 1940, estableció uno de los primeros laboratorios del mundo para estudiar el comportamiento de los primates (lo cual, desgraciadamente, le hizo famoso… por los éticamente cuestionables experimentos que realizó con los monos).
En lo que aquí para este post nos interesa, Harlow ideó un sencillo rompecabezas mecánico que consistía en abrir una tapa, y para ello los monos tenía que extraer un pasador vertical, quitar un gancho y levantar la tapa.
Los experimentadores colocaron los rompecabezas en las jaulas de los monos para observar cómo reaccionaban. Y casi de inmediato, algo extraño sucedió. Espontáneamente, sin estimulo o insistencia exterior por parte de los experimentadores, los monos comenzaron a jugar con los rompecabezas e incluso disfrutaban con ello. En poco tiempo, comenzaron a averiguar cómo funcionaban los artilugios.
Nadie los había recompensado con comida o afecto o aplausos. Y eso iba en contra de las nociones aceptadas de cómo los primates, incluyendo los a los seres humanos, se motivaban.
Hasta entonces, los científicos sabían que había dos maneras de provocar el comportamiento. La primera, el impulso biológico: Los seres humanos y otros animales comen para saciar su hambre, bebían para saciar su sed, etc. Pero eso no era el caso.
La única otra manera conocida de incitar comportamiento eran los premios y castigos. Pero tampoco los hubo en las acciones de los monos.
¿Qué otra cosa podría motivar más allá de la necesidad, las recompensas o los castigos?
Para responder a la pregunta, Harlow ideo una nueva teoría, una tercera vía: “El cumplimiento de la misión”, que “proporciona recompensa intrínseca.” Los monos resuelven los rompecabezas… simplemente porque les resultaba gratificante. La alegría de superar la tarea era su propia recompensa.
La idea era radical, pero lo que pasó después aumentó la confusión y controversia. Harlow pensó que lo que llamó “motivación intrínseca”, la tercera vía, seguramente estaría subordinado a las otras dos otras vías de motivar para hacer algo. Y siendo así, los monos recompensados con comida para resolver los rompecabezas realizarían la tarea aún mejor.
Sin embargo, cuando Harlow probó este enfoque, los monos en realidad cometieron más errores y resolvieron los rompecabezas con menos frecuencia. La introducción de recompensas alteró el rendimiento negativamente.
Según lo anterior, la tercera manera de motivar, la intrínseca, era tan o más fuerte que las otras.
La noción de esta tercera vía apenas se estudió hasta que otro científico retomó las investigaciones de Harlow.
Las recompensas incluso pueden desmotivar
En 1969, Edward Deci, estudiante de psicología de la Universidad Carnegie Mellon (que recuerdos, te dejo el 55 días en Pittsburgh) buscando tema de tesis, se sintió intrigado por la motivación y empezó a estudiar las estrategias Harlow.
Deci eligió el cubo de Soma, que permite ensamblar las piezas en millones de combinaciones posibles creando formas.
En su experimento, Deci dividió los participantes, estudiantes universitarios, en un grupo experimental (Grupo A) y un grupo control (Grupo B). Cada participante entró en una habitación y se sentó en una mesa sobre la cual estaban las siete piezas del cubo de Soma y dibujos de tres configuraciones de rompecabezas.
Hubo tres sesiones. En la primera sesión, los miembros de ambos grupos tuvieron que ensamblar las piezas para replicar las imagenes. En la segunda sesión, hicieron lo mismo con dibujos diferentes pero esta vez Deci dijo al Grupo A que les pagaría por cada construcción con éxito. El Grupo B, por su parte, quedó sin recompensa.
En la primera sesión, como es lógico, no hubo mucha diferencia entre lo que los participantes del Grupo A y el Grupo B hicieron.
En la segunda sesión, el grupo al que se le pagaba aumentó el interés y superó al no remunerado.
Sin embargo, en la tercera sesión Deci dijo a los participantes del Grupo A que ya no había suficiente dinero para pagarles y que esta tercera sesión sería no remunerada. Y los sujetos del grupo A, que previamente habían sido pagados, respondieron de manera diferente. Ahora pasaron significativamente menos tiempo jugando con los rompecabezas, menos que cuando se les pagaba.
“Cuando el dinero se utiliza como recompensa externa los sujetos pierden el interés intrínseco [la tercera vía] de la actividad”, escribió Deci. Las recompensas pueden ofrecer un breve refuerzo, como la sacudida de la cafeína que te mantiene durante unas horas más. Pero el efecto desaparece y, peor aún, puede reducir a largo plazo la motivación de una persona para continuar el proyecto.
Los seres humanos, escribió Deci, tienen una “tendencia inherente a buscar la novedad y desafíos, para extender y ejercer sus capacidades, para explorar y aprender”. “Pero esta tercera vía es más frágil que las otras dos y necesita el entorno adecuado para sobrevivir”.
Es decir, las recompensas pueden transformar una tarea interesante en trabajo. Y disminuir la motivación intrínseca, mermando el rendimiento.
Sino, como se explica que proyectos de software libre, proyectos colaborativos, proyectos sin remuneración, superen a proyectos de presupuestos millonarios.

Si quieres profundizar en el tema, léete el Drive: The Surprising Truth About What Motivates Us, te va a merecer la pena.

Qué motiva a un equipo y el problema de motivar con dinero

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *