La sociedad avanza y sentimos cada vez más la presión de ser los mejores: los mejores padres, los mejores esposos, los mejores amigos, los mejores deportistas, los mejores profesionales.
En ese frenesí de adquirir capacidades para alcanzar ese estatus de “el mejor”, no nos damos cuenta que ya lo somos. Es una lástima que no nos acordemos más a menudo de nuestra infancia, cuando todo nos parecía posible, queríamos ser astronautas, presidentes, actores, y no nos preguntábamos si éramos capaces de conseguirlo, era nuestro sueño y sentíamos que podíamos alcanzarlo con sólo desearlo.
Conforme vamos creciendo en aptitudes, se van desvaneciendo nuestras actitudes, aquellas que nos permitían ser mejores personas.
Estamos asistiendo a la era en la que las metodologías y los modelos nos ayudan a gestionar, controlar, medir, supervisar y estamos ávidos de adquirir conocimiento sobre cómo estas técnicas y herramientas nos posibilitarán ser mejores en el desempeño de nuestras funciones.
Los procesos, como conjunto de actividades que realizamos para cumplir con los objetivos que nuestra empresa nos impone, necesitan de una rutina, una forma de realizar nuestras tareas de forma sistemática.
¿Existe alguna fórmula mágica que establezca rutinas, modelos o metodologías para ser mejores personas?.
Somos los mejores, y cuántas más veces nos los repitamos, más nos daremos cuenta que somos capaces de conseguir todo lo que nos proponemos, eso sí, trabajando muy duro, teniendo el coraje para arriesgarnos a intentar hacer las cosas de otra manera y sobre todo, cultivando ese talento que nos hace destacar en alguna habilidad por encima de otras.
Venimos escuchando discursos como “sal de tu zona de confort”, estamos saturados de mensajes que nos vuelven a educar en los mismos valores que antaño utilizábamos como estandarte de nuestras propias vidas, cuando éramos capaces de dirigirlas sin que nos hubiera contaminado el pesimismo, la mediocridad y el desinterés.
Seamos valientes y a la vez que adquirimos aptitudes para mejorar la forma en la que trabajamos, debemos ser capaces de hacerlo con una sonrisa que contagie a todos los de nuestros alrededor, que les provoque pensar que además de estar haciendo mejor las cosas; hacerlo, nos está haciendo más felices, mejores personas.
¿Cuántas veces nos hemos sentido con esa sensación de no querer levantarnos de la cama para ir a trabajar?, tenemos que apasionarnos, marcarnos metas alcanzables que poco a poco se conviertan en retos, que nos incentiven y que nos provoquen la ilusión perdida.
Como nuestro apreciado Hemingway decía: El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.
Humildes para reconocer nuestras limitaciones, sabios para hibridar la fórmula:
Procesos + Personas= Habilidad