Nuestra realidad

Todas las personas que asisten a mis cursos suelen comentarme que una de las cosas que más le sorprende es que comience un curso dirigido a personas de Tecnología con una poesía. Cuando lo comento al principio de cada charla siempre noto a la gente escéptica, como si la poesía fuera una muestra de debilidad o una tontería, sin darse cuenta que al final de cada una de ellas y sobre todo con el paso del tiempo, muchos me comentan que no se olvidan de ella, incluso algunos la tiene impresa y pegada en su pared de la oficina.
La poesía pertenece al libro de Jorge Bucay “Cuentos para pensar” y ya desde hace casi seis años la suelo recomendar, dice así:

“La realidad no es como a mí me convendría que sea

No es como debería ser

No es como me dijeron que iba a ser

No es como fue

No es como será mañana

La realidad es lo que es.

Yo no soy el quisiera ser

No soy el que debería ser

No soy el mi madre quería que yo fuese

Ni siquiera soy el que fui

Yo soy quien soy.

Tú no eres quien yo necesito que seas

Tú no eres el que fuiste

Tú no eres como a mí me conviene

Tú no eres como yo quiero

Tú eres como eres.

 
Si la leemos detenidamente nos daremos cuenta de cuantas veces en nuestra vida profesional perdemos el tiempo tratando de hacer proyectos como debería de ser, o como nos gustaría a nosotros que fuera sin detenernos mucho a pensar que nos han pedido o que necesitan nuestros clientes.
Yo suelo utilizar el símil de la “realidad” con el dela empresa, el proyecto o incluso el proceso que debemos hacer más eficaz o eficiente. De hecho, si cambiáis la palabra y lo volvéis a leer veréis como una sonrisa se dibuja en vuestro rostro y os acordáis de todas esas veces que habéis divagado entre lo que es y lo que debería ser.
El “tú” también lo podemos cambiar por nuestro cliente o usuario, nos ayudaría mucho a comprenderle cosa que actualmente seguimos sin logra la mayoría de las veces, a pesar de todos los consejos, libros y cambios disruptivos que aparecen por todos los lados, la mayoría del personal técnico sigue viendo al cliente como un ser inepto, culpable de todos sus males, sin darse cuenta que es su máximo tesoro, lo que le va a permitir facturar, lo que le permite mantener un empleo.
Hoy ocurre algo peor, muchos directivos “catetos” aferrados a sus Excel, los han eliminado de la poesía, ya no es que escuchen al cliente es que les importa un bledo, si su cuenta de resultados no lo soporta lo eliminan ya que les interesa mucho más asegurar su “culo” en la empresa actual que satisfacer o lo que ya roza el absurdo, dar al cliente por lo que paga.
Afortunadamente, el cliente es sabio y empieza a distinguir entre esas multinacionales “caducas” que viven de los éxitos del pasado y esa nueva generación de profesionales con talento que quieren ser “partners” suyos, que quieren compartir éxitos y fracasos y que quieren aportar valor.
Esa visión sólo puede darse en pequeñas empresas o profesionales independientes, las multinacionales ya han vendido su alma y solo responden antes sus inversores y cuentas de resultados no antes sus clientes.
Pero aún nos queda el tercer el personaje de la poesía, el único que no puede desaparecer nunca, el “yo”. Nosotros siempre estaremos en este escenario y nosotros podremos elegir que queremos ser, como queremos que nuestro “yo” actúe asumiendo las consecuencias de nuestras actuación.
Tendremos que tomar decisiones para saber que yo queremos ser, o que yo deberíamos de ser, en este sentido no podemos engañar y si lo hacemos nuestro cliente se dará cuenta y le habremos perdido para siempre.
Fallar cuando se intenta está permitido y se puede solventar, pero defraudar amigos es otra cosa, cuando defraudas a alguien le has perdido para siempre. Tened cuidado y no os dejéis arrastrar ni por “la realidad”, ni por el “tu”, lo único que podéis modificar y hacer bueno es el “yo”.
 
Regla nº88: “Yo soy yo, y tu eres tú, ¿Quién es más tonto de los dos?.”.

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