Nos podrá gustar más o menos el tema, pero solos podemos hacer muy pocas cosas y, desde luego, nada interesantes. Por eso, quizás resulta tan importante la confianza entre las personas. Pero ojo; hacia todas las partes. Es decir; yo necesito confiar en una persona o en un equipo, ellos necesitan confiar en mí y, lo más importante, cada uno de nosotros tenemos que confiar en nosotros mismos.
El otro día comiendo con mi amigo Antonio, hablando precisamente de la confianza, me recordó un acto que hacíamos de pequeños y que es una de las mayores demostraciones de confianza que se puede dar en la humanidad: cuando íbamos a jugar a algo y “echábamos a pies” quien venia en nuestro equipo. ¿Recordáis? Porque doy por hecho que todos hemos echado a pies alguna vez, la ilusión que teníamos por ganar para escoger los primeros a nuestro amigo o amiga. Realmente, lo que queríamos es tener junto a nosotros a esa persona en la que confiábamos tanto, que pensábamos que sin ella no podríamos ganar nunca.
No estaría mal, hoy en día, que cuando fuéramos a empezar un proyecto nos dejaran echar a pies para elegir a los componentes de nuestro equipo. Pero tampoco nos engañemos. Una cosa es que yo quiera trabajar con alguien en quien confío, y otra muy distinta, es que yo quiera trabajar con alguien que sé que me va a hacer el trabajo mientras yo no hago nada.
Es una variante de la confianza muy utilizada hoy en día; tengo un caso muy cercano a mí de un excelente profesional al que todos ponen en sus proyectos y en sus ofertas, pero básicamente porque saben que va hacer un buen trabajo, y ellos no se van a tener que preocupar. Pero cuando no hay trabajo cuidan de ese profesional, le escuchan, le preguntan qué quiere hacer, ven como mejorar su status en la empresa, pues no ya que solo les interesa cuando hay trabajo. Eso no es confianza eso es utilización de las personas.
También hay otra variante de la confianza que es aquella que tiene algunos subordinados en ponerte por las nubes continuamente, para que cuando haya subidas o cuando haya proyectos interesantes cuentes con ellos. Para eso se pasan todo el día riendo tus chistes, invitándote a tomar café y diciéndote si a todo lo que haces o dices, se les conoce como “pelotas”. Pero al nivel que llegan algunos, yo prefiero denominarles “lameculos”.
La diferencia entre el primero y el segundo es la dignidad. El primero quiere trepar, el segundo no el segundo quiere ser tu mismo y, sin dudarlo, si puede te matará. Y creerme -de verdad-, he convivido con esa especie, y son muy peligrosos.
La confianza es, sin lugar a dudas, un elemento esencial para emprender proyectos, para hacer descubrimientos o para avanzar en la vida. Cuando desconfiamos, nuestras acciones se vuelven precavidas, suspicaces. Si nos damos cuenta, la falta de confianza nos genera miedo y todo a nuestro alrededor nos parece peligroso. Nos protegemos de tal manera que nos escondemos de la realidad y, además, buscamos cómplices que desconfíen igual que nosotros para no estar solos.
Si nuestro jefe no confía en nosotros, solamente podrá dirigir basándose en el poder. No podrá delegar, y nos supervisara muy estrechamente dejando a las personas poco margen de acción, acabando todo esto en visiones muy “cortoplacistas” donde cualquier elemento puede ser usado en nuestra contra o a favor. Es decir, una especie de ruleta rusa, que es el mecanismo utilizado por algunos directivos en la actualidad.
Para crear una relación de confianza debemos cuidar tres aspectos muy importantes:
1.- La competencia.
Confiamos en tal persona porque sabemos que sabe hacer las cosas, porque hemos vistos sus logros, porque le hemos escuchado y hemos visto como trabaja. Entonces, usamos frases como: “Quiero trabajar con esta persona porque sabe como llevar a cabo esta acción”.
2.- la Sinceridad.
Esta es muy simple: confiamos en las personas que nos dicen la verdad, aquellas que no tratan de engañarnos. Si una persona hoy no viene a trabajar porque ayer salió de fiesta y me lo dice no tendrá ningún problema, ya que confío plenamente en que, pasado mañana, pondrá al día los trabajos.
Y 3.- El histórico.
Confiamos en aquellas personas que tiene un historial de acciones ejemplares. Es decir; confío en fulanita porque trabajé con ella hace dos años, y llevó perfectamente al equipo con el que trabajamos anteriormente.
Ahora bien; esto no es suficiente. Hay dos actitudes que conviven con nosotros demasiado tiempo: la ingenuidad y la prudencia. A la hora de confiar en alguien, no debemos ser ingenuos y confiar en todo lo que nos diga, sin utilizar la prudencia de comprobar su historia y de dar tiempo a demostrarlo; el tiempo es un gran aliado de la confianza.
Qué sabia es la naturaleza. Hoy en día, necesitamos que nos enseñen de todo esto. Hay un montón de libros sobre la confianza, coaching y muchas cosas más y, sin embargo, cuando “echábamos a pies” lo sabíamos.
Regla nº27:”La fuerza es confianza por naturaleza. No existe un signo más patente de debilidad que desconfiar instintivamente de todo y de todos”.