Miserables

Todavía estoy sorprendido esta semana de como mucha gente ha reaccionado ante el penoso partido de fútbol que España jugó contra Holanda en el debut de este mundial de Brasil. Efectivamente el juego no fue bueno, no hubo suerte, y a los holandeses les salió todo bien; fueron mucho mejores ¿y qué?, ¿eso nos da derecho a olvidar los últimos nueve años de fútbol que la Selección nos ha regalado?
Hay mucho niños que no han visto perder a esta selección; quizás el frustrante pasado deportivo que todos aquellos tenemos más de 40 años, recordamos me hace pensar que mucha gente estaba esperando este momento. Como lo harán con Nadal, o con Alonso. Y esa gente que es ¿envidiosa?, no que va: son miserables.
Si buscamos esta palabra en el diccionario encontraremos que nos los define como personas desgraciadas e infelices, seres despreciables que carecen de sentimientos nobles.
La psicoterapeuta Cloe Madanes ha hecho un interesante ejercicio de psicología inversa y se ha propuesto remarcar algunos hábitos de la gente altamente miserable, es decir, de aquellas personas que, lejos de disfrutar la vida en sus pequeños y grandes asombros y placeres, se dedican a hacérsela miserable, tanto a ellos como a los que tienen la mala suerte de estar en torno suyo.
Y es que ser miserable, lo que se dice auténticamente miserable, es un trabajo de tiempo completo: una forma de arte, incluso, si observamos con atención, notaremos el cuidado con que las personas se convierten en verdugos de sí mismas.¡Ojo! Podemos reconocer a nuestro alrededor mucha gente que ha decidido “morir en vida” y ellos mismos se han convertido en miserables, y no sólo están en la sociedad, los tenemos sentados a nuestro lado en la oficina. Tengamos mucho cuidado.
Tienen miedo de perder su trabajo; el apremio económico puede generar miseria en las condiciones materiales de la vida, pero aunque tengas un trabajo estable y agradable puedes ponerle un poco de sabor a la vida quejándote todo el tiempo de lo que haces, además de temer perderlo. El mercado laboral siempre está fluctuando y no sabemos cuándo nuestra cabeza será la siguiente, esto lleva a algunas personas a repetir sus errores constantemente, actuar de manera servil o francamente hipócrita con sus compañeros
Practican el aburrimiento; Las personas miserables suelen tener un aura de sabelotodo: nada los asombra, y lo que asombra a los demás debe ser rápidamente denunciado como lo que es, una copia burda de algo más.
Discuten por cosas tontas; No hablamos de un debate filosófico sino de un asunto de poder: para las personas altamente miserables, tener la razón es más importante que dialogar con el otro para encontrar una verdad común o un terreno de interlocución. Discutir es un inmejorable sustituto del amor, pues las constantes peleas erosionarán un afecto mutuo que de otro modo podría crecer y volverse imprevisible y, por tanto, peligroso.
Desconfían de las intenciones de los demás; Uno nunca sabe si un comentario, un halago o una pregunta que nos hacen no son en realidad un insulto o una forma velada de humillación. La gente miserable siempre está pendiente de lo que los otros no dicen, más que de lo que dicen efectivamente. Esto puede complementarse con el chisme: no hay nada más miserable que hablar de las segundas intenciones de los demás cuando éstos no están escuchando. Se sabe que, eventualmente, la gente miserable está tan sola que termina relacionándose únicamente con personas tan miserables como ellos mismos.
No disfrutan de los placeres de la vida; ¿Música, comida, paisajes naturales, arte? Esas son cosas superficiales para gente tonta que no sabe nada de la vida. Los miserables saben que todo placer es transitorio y, de alguna forma, egocéntrico, pues son una distracción que no puede nunca compensar el miserable estado del mundo actual
Glorifican o satanizan el pasado; dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero el pasado también es el lugar de las oportunidades perdidas, desperdiciadas o ignoradas. Si algún día experimentas placer con el estado actual de tu vida, recuérdate cuando no tenías dinero, cuando te divorciaste, cuando te despidieron de algún trabajo o te pusieron una mala nota en la escuela, sin importar que hayan pasado 20 años. “Los malos recuerdos son para siempre”, podría ser un buen eslogan para tener a la vista en cualquier situación.
Se quejan, se quejan, se quejan; las personas miserables saben que la crítica podrían abrir un fecundo espacio de diálogo: por eso se esfuerzan en permanecer en los lindes de la queja, que no es sino la expresión de su pobre inteligencia para hallar algo negativo en cualquier situación, además, quejarse tiene la ventaja de hacerte perder la oportunidad de generar en tu vida los cambios que podrían hacerte una persona menos miserable, además de ser un hábito que puede realizarse a solas o acompañado.
Regla nº 128 “Al miserable y al pobre todo les cuesta el doble (anónimo)”

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