Uno de mis mejores amigos de la mili es Aitor, le conocí en el año 1981; obviamente es vasco natural de un pueblecito que yo por entonces no había oído nunca: Mundaka. Cuando nos conocimos Aitor me dijo, con mucha sorpresa para mí, que él además de venir a Madrid a hacer la mili venia para quedarse a vivir, ya que no quería vivir en un pueblo pequeño sin futuro.
La ciudad, y en concreto Madrid, era su objetivo final, su paraíso personal. A mí que me pasaba absolutamente lo contrario, me costaba entenderlo, me encanta Madrid, y por aquella época mucho más que ahora mismo, pero siempre echaba de menos tener un pueblo, amigos con los que has aprendido a tirar piedras, abuelas que cocinaban platos fantásticos y sobre todo haber nacido en torno a la naturaleza.
Sin embargo parecía que estaba equivocado, ya que al igual que Aitor había unos cuantos que venían con las mismas premisas, de Valladolid, de Jaén, de Málaga, de Zamora…. Con el paso del tiempo esto ha ido a más, llevo muchos años viendo cómo llega gente a Madrid, abandonando sus lugares de origen en busca de algo parecido a la ciudad de oro que nos hablaba Julio Verne en las historias del capitán Nemo.
Por pura casualidad, ya que hacía tiempo que no nos veíamos, coincidí con Aitor en una presentación de no sé qué ordenadores y la verdad me dio bastante alegría volver a escucharle. ¿y que tiene que ver todo esto con nosotros y con el Proceso social?, pues muy sencillo; después de la presentación nos fuimos a comer juntos, me hablo de su familia, mujer, hijos, intercambiamos tarjetas, nos enseñamos varias decenas de fotos de nuestros hijos, y llegado los postres me confesó, porque realmente fue una confesión, que sin sentirse un fracasado, estaba bastante decepcionado, porque después de casi 25 años él vivía en Fuenlabrada, en un piso que todavía no había terminado de pagar, en un tercero sin ascensor; y que sus amigos de la infancia, los de Mundaka, que se habían quedado en el pueblo, pues ahora tenían unas casas increíbles, trabajos que les satisfacían plenamente, conexión a cualquier parte del mundo y una cara de felicidad enorme.
A casi todos nosotros nos han enseñado o nos han recomendado trabajar en grandes empresas, de las conocidas, tener unos grandes puestos, que la mayoría de las veces tiene cargos que somos incapaces de saber explicar a nuestros hijos, y formar parte de una nube en la que no sabemos muy bien cuál es nuestro cometido, en la que perdemos el norte pensando en números, viabilidad, y rentabilidad, perdiendo totalmente el norte de la calidad o la satisfacción ya no solo de nuestro cliente sino de nosotros mismos.
De manera que cuando llega nuestra hora, que a todos nos llega o llegará, y nos vemos en la calle nos damos cuenta de que teníamos un puesto pero no una profesión, que teníamos un cargo pero no un oficio, que disfrutábamos de un gran sueldo que en la nueva situación no sabemos ganarnos, de que dependíamos de un logo no de nuestro talento y que nuestros contactos en redes sociales no es sino la agenda de nuestros compañeros de empresa.
Entonces miramos con otros ojos las pequeñas iniciativas, las pymes o micropymes; incluso pensamos en nuestras ideas para montar un pequeño negocio como han hecho algunos compañeros nuestros, a los que consideramos incapaces o incluso locos; a algunos a los que incluso faltamos al respeto pensando que estaban locos o que no servían para nada, y les envidiamos; pero no por lo que han conseguido que a lo mejor no ha sido nada, sino porque ellos tuvieron el coraje de seguir sus instintos, confiaron en su talento y nosotros aburguesados ya no en nuestra zona de confort sino en nuestro imperio del confort denominado Puesto de trabajo, hemos perdido sin saber hacia dónde mirar.
Aitor no ha sido culpable ni ignorante, quizás en todo caso víctima de un sistema que ha terminado; como la semana pasada comentaba mi amiga Natalia en su Blog: “No hay ninguna crisis, hay una globalización”; no debemos seguir esperando a que termine esta mala racha; no hay ninguna mala racha sino hay un cambio de época; una nueva época que con su incertidumbre nos ofrece una amplia posibilidad de cosas a hacer, pero muy amplia.
Ya lo he comentado alguna otra vez, ahora mismo todo está por hacer, eso significa que hay mucho trabajo, quizás no haya sueldos pero hay facturación, quizás no haya empleo fijo pero hay proyectos; ya no tenemos equipos sino colaboradores y todo eso se mueve en una red global, 2.0 o 38.2 me da igual el nombre.
Y una oportunidad única que se nos ofrece es que precisamente gracias a esas redes, ya no necesitamos venir a vivir a Madrid, podemos desarrollar nuestra actividad profesional desde Mundaka, desde Valladolid o incluso desde Oviedo, desde donde nosotros queramos; ya no tenemos dependencia de la capital, eso forma parte de un pasado, no muy lejano pero pasado.
Regla nº86: “Aunque nadie puede volver atrás y lograr un nuevo comienzo, cualquiera puede empezar ahora y lograr un nuevo final.”.
Fantástico!!
Fantástico!!
Fantástico!!
Fantástico!!
¿El mundo ha cambiado? Sí, y aunque coincido con algunos de los puntos del artículo haría un par de comentarios:
¿Se puede trabajar desde el pueblo? Depende de en qué, aunque es cierto que sobre todo en el mundo digital la necesidad de la presencia física es poco relevante en algunos ámbitos (aun así la asistencia a reuniones, y las relaciones personales muchas veces requieren el contacto físico)
¿Están en una zona de confort los que viven bajo el antiguo paradigma? Es posible, pero el que salió del pueblo tuvo que dejar mucho atrás también en busca de su superación personal o profesional. La mayoría de las mejores historias personales siguen el patrón de «El viaje del héroe».
¿Son las grandes compañías el escondite de los mediocres? Como en la mayoría de grupos grandes es fácil acomodarse, pero no todo es uniforme en las grandes organizaciones. Yo diría que la gran diferencia entre el empleado y el emprendedor es que el segundo no tiene red de seguridad, pero creo que entre los empleados hay emprendedores ocultos, den o no el salto hacia aventuras individuales.
¿El mundo ha cambiado? Sí, y aunque coincido con algunos de los puntos del artículo haría un par de comentarios:
¿Se puede trabajar desde el pueblo? Depende de en qué, aunque es cierto que sobre todo en el mundo digital la necesidad de la presencia física es poco relevante en algunos ámbitos (aun así la asistencia a reuniones, y las relaciones personales muchas veces requieren el contacto físico)
¿Están en una zona de confort los que viven bajo el antiguo paradigma? Es posible, pero el que salió del pueblo tuvo que dejar mucho atrás también en busca de su superación personal o profesional. La mayoría de las mejores historias personales siguen el patrón de «El viaje del héroe».
¿Son las grandes compañías el escondite de los mediocres? Como en la mayoría de grupos grandes es fácil acomodarse, pero no todo es uniforme en las grandes organizaciones. Yo diría que la gran diferencia entre el empleado y el emprendedor es que el segundo no tiene red de seguridad, pero creo que entre los empleados hay emprendedores ocultos, den o no el salto hacia aventuras individuales.
¿El mundo ha cambiado? Sí, y aunque coincido con algunos de los puntos del artículo haría un par de comentarios:
¿Se puede trabajar desde el pueblo? Depende de en qué, aunque es cierto que sobre todo en el mundo digital la necesidad de la presencia física es poco relevante en algunos ámbitos (aun así la asistencia a reuniones, y las relaciones personales muchas veces requieren el contacto físico)
¿Están en una zona de confort los que viven bajo el antiguo paradigma? Es posible, pero el que salió del pueblo tuvo que dejar mucho atrás también en busca de su superación personal o profesional. La mayoría de las mejores historias personales siguen el patrón de «El viaje del héroe».
¿Son las grandes compañías el escondite de los mediocres? Como en la mayoría de grupos grandes es fácil acomodarse, pero no todo es uniforme en las grandes organizaciones. Yo diría que la gran diferencia entre el empleado y el emprendedor es que el segundo no tiene red de seguridad, pero creo que entre los empleados hay emprendedores ocultos, den o no el salto hacia aventuras individuales.
¿El mundo ha cambiado? Sí, y aunque coincido con algunos de los puntos del artículo haría un par de comentarios:
¿Se puede trabajar desde el pueblo? Depende de en qué, aunque es cierto que sobre todo en el mundo digital la necesidad de la presencia física es poco relevante en algunos ámbitos (aun así la asistencia a reuniones, y las relaciones personales muchas veces requieren el contacto físico)
¿Están en una zona de confort los que viven bajo el antiguo paradigma? Es posible, pero el que salió del pueblo tuvo que dejar mucho atrás también en busca de su superación personal o profesional. La mayoría de las mejores historias personales siguen el patrón de «El viaje del héroe».
¿Son las grandes compañías el escondite de los mediocres? Como en la mayoría de grupos grandes es fácil acomodarse, pero no todo es uniforme en las grandes organizaciones. Yo diría que la gran diferencia entre el empleado y el emprendedor es que el segundo no tiene red de seguridad, pero creo que entre los empleados hay emprendedores ocultos, den o no el salto hacia aventuras individuales.