Esta semana ha sido intensa y estimulante. He tenido un encuentro con mis socios de Avalanza (www.avalanza.com) en A Coruña, donde hemos dispuesto de cinco días en los que compartir conceptos de emprendimiento orientados a ese grupo de personas, cada vez más numeroso, que decide hacer realidad sus sueños profesionales. Hemos trabajado la formación básica necesaria para emprender y, también, los procesos de internacionalización fundamentales para empresas que quieren hacerse sostenibles a través de su expansión global. Hemos preparado soluciones y elaborado propuestas que ofrecer a ese ecosistema emergente conocido como emprendedores.
Por supuesto uno de los temas recurrentes en todas nuestras reuniones, tanto internas como con clientes, ha sido el de las personas. Las obligaciones, el talento, los conocimientos, las habilidades y, muy especialmente, la actitud.
Yo siempre hablo que la actitud es determinante ya que multiplica todo nuestro conocimiento y habilidades a la hora de trabajar. Pedimos profesionales con carreras, master, idiomas, postgrados, en definitiva, con conocimiento. Valoramos sus habilidades como comunicadores, gestores de tiempo, de conflictos. Pero si la suma de todos esos valores los multiplicamos por una actitud negativa el resultado es cero.
Pensar un momento en cuanta gente conocéis en la que detectáis esta situación. Obviamente, si existe una gran actitud pero se carece de conocimiento y habilidad el resultado también es cero. En todo caso, la experiencia me lleva al primer caso: “sacar un cero en actitud”.
Aquí tenemos un gran problema ya que: ¿dónde se estudia la actitud?. ¿En el colegio, en la universidad, en un master o nos la dan en casa?. Realmente no se aprende en ninguno de estos sitios en particular y se aprende en todos ellos a la vez.
Yo creo que lo malo es que damos por hecho que la actitud siempre es buena y que sacando buenas notas o teniendo una familia ejemplar nuestra actitud es la mejor. Y nada más lejos de la realidad. La actitud, como la fama, se gana día a día.
Y esta semana precisamente hemos tenido la suerte de vivir una experiencia vital con este tema. Todas las mañanas antes de la reunión quedábamos en una magnifica cafetería coruñesa llamada Siboney. El rito de los españoles a la hora de pedir café sabéis que es majestuoso, nunca pedimos dos iguales. Pero de todos ellos mi amigo Raúl se lleva la palma, el toma café con leche, en taza grande, con leche de soja y cargado de café. Yo soy más simple, pero algo maniático, quiero la tostada sin tomate con aceite y sal.
El caso es que el primer día nos atendió una amable camarera, a la que le especificamos el café. Mi amigo un par de veces y, por mi parte, me tuve que levantar a por el salero. Hasta ahí todo es normal. Sin embargo al día siguiente, según nos sentamos, Rocío que es como se llama esta profesional, se nos acercó y después de saludarnos nos pregunto exactamente si queríamos lo mismo que el día anterior, a la vez que colocaba un salero delante de mi.
Raúl y yo nos miramos y los dos dijimos a la vez: “Contratada”. Esa camarera nos había mostrado lo que nosotros tratamos de describir sesudamente sobre el concepto de Actitud.
Por supuesto, el resto de semana fuimos a desayunar y merendar todos los días a dicha cafetería, hasta llegar al viernes. Ese día se incorporó con nosotros Juan Andrés, una brillante persona y excepcional experto en temas de internacionalización. Como era nuevo, Rocío le pregunto que deseaba y Juan Andrés fue simple en su café pero sin embargo quiso una tostada como la nuestra, pero con el añadido del jamón York.
Rocío le comentó que debía ser con Jamón serrano y el dijo que no, si no había jamón york no quería desayunar. Ella se fue y al cabo de un rato vimos que tardaba en servirnos. Nuestro mito estaba a punto de caerse y como buenos españoles, ya pensamos que esa tardanza echaba por tierra toda la semana pasada. A los pocos minutos Rocío apareció, nos pidió disculpas por el retraso ya que se había ido a otro sitio para buscar el Jamón york de nuestro colega y darle el desayuno que quería.
En ese momento prometí que escribiría un Post sobre ella, que desde la máxima sencillez me enseñó como debe ser la actitud de un profesional en su día a día. Obviamente me hubiera gustado conocer a quien la contrató, para felicitarle por su visión, ya que estoy seguro que Rocío debió deslumbrar desde el primer momento.
Enhorabuena Rocío, muchas gracias, y por favor no cambies nunca estoy seguro que llegaras tan lejos como te propongas con esa actitud.