Estadísticas y cuentos: El Caballo

Una de las cosas que más me gusta del verano son los números especiales que publica la revista “Muy interesante”. Son resúmenes algunas veces, de los mejores artículos, o bien saca un especial de preguntas y respuestas curiosas, otras veces especiales sobre temas en concreto, en fin una singularidad respecto a su publicación cotidiana durante el resto del año.
Me ha parecido una buena idea de manera que en el Proceso Social vamos a tratar de “copiarles la idea”; para ello este verano lo vamos a titula “Estadísticas y cuentos”, y durante todo el verano pretendemos publicar semanalmente en la parte de estadísticas pues algunos decálogos, ideas concretas que nos proponen sobre innovación, como reinventarnos, o como sobrevivir en el antártico.
Y respecto a los cuentos, hemos seleccionado cuatro cuentos “de los de siempre” con la idea que nos proponen algunos autores: “los cuentos sirven para dormir a los niños y despertar a los adultos”.
Espero que os guste; estas publicaciones no son originales sino que las hemos seleccionado del amplio “ofertón” que Internet nos ofrece hoy en día. Disfrutad de ellos y nos vemos a la vuelta del verano.
 
Hoy empezamos con la historia de un padre y su hijo en la lejana China, y lo que un caballo les pudo ayudar.
 
Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo: ¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por qué le llamas desgracia? – respondió el padre – veremos lo que trae el tiempo…
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-¡Padre, qué suerte! – exclamó esta vez el muchacho – Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? – repuso el padre – Veamos qué nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
-¡Padre, qué desgracia! – exclamó ahora el muchacho – ¡Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: -¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo! Pero el muchacho no se convencía y gimoteaba en su cama.
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
Moraleja: la vida da tantas vueltas y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno y lo bueno, malo. 

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