El rey de Babilonia Hammurabi pensó que el conjunto de leyes de su territorio tenía que escribirse para complacer a sus dioses. A diferencia de muchos reyes anteriores y contemporáneos, no se consideraba emparentado con ninguna deidad.
El Código de Hammurabi fue tallado en un bloque de basalto de unos 2,50m de altura por 1,90m de base y colocado en el templo de Sippar; asimismo se colocaron otros ejemplares similares a lo largo y ancho del reino. El objeto de este código era homogeneizar jurídicamente el reino de Hammurabi. Dando a todas las partes del reino una legislación común, se podría controlar al conjunto con mayor facilidad.
Durante las diferentes invasiones de Babilonia, el código fue trasladado a diferentes localizaciones hasta terminar en Francia, en concreto se instaló en el Museo del Louvre donde se encuentra en la actualidad.
El Código de Hammurabi, creado en el año 1760 a. C.es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos.
El rey ordenó que se pusieran copias de este Código en las plazas de cada ciudad para que todo el pueblo conociera la ley y sus castigos, para lo cual el cuerpo de la ley se expresa en lenguaje claro, del pueblo. Comienza con la partícula si (o proposición condicional), describe la conducta delictiva y luego indica el castigo correspondiente. Una de sus leyes establece la Ley del Talión («ojo por ojo, diente por diente»), está redactado en primera persona,
A menudo se lo señala como el primer ejemplo del concepto jurídico de que algunas leyes son tan fundamentales que ni un rey tiene la capacidad de cambiarlas. Las leyes, escritas en piedra, eran inmutables. Este concepto pervive en la mayoría de los sistemas jurídicos modernos.
Y aquí es donde quería llegar yo, porque me encuentro en muchas empresas, que presumen ser modernas, con manuales, procesos y procedimientos que en vez de ayudar a mejorar el trabajo, simplemente sistematizándolo, efectúan todo lo contrario convirtiendo empresas privadas en Ministerios monolíticos, dirigidos no por líderes o ejecutivos del siglo XXI, sino por una especia de “funcionarios de la empresa privada” carentes de visión , ilusión y modernidad, respaldados por sistemas que incluso tienen la vergüenza de denominarlos de calidad, y que son un montón de instrucciones obsoletas “escritas en piedra”.
Este planteamiento, evidentemente, lleva a que su puesta en marcha sea rocambolesca, rígida como los cadáveres, y sobre todo muy difíciles de mejorar, ya que la piedra ha penetrado en el cerebro de los usuarios, que no se han acomodado, o quizás algo peor, se han acostumbrado a seguirlas sin pensar si lo que hacen es bueno o malo.
Hay multitud de soluciones, quizás la más usada hoy en día es la filosofía Lean que precisamente hace hincapié en revisar cómo hacemos las cosas eliminando el desperdicio, lo que nos hace perder tiempo, o aún mejor, lo que no nos aporta valor al servicio que damos.
El implantar este tipo de cultura es difícil, y además muy costoso, no económicamente, sino culturalmente, porque al igual que los antiguos sumerios, una gran mayoría de trabajadores ha aceptado hacer “lo que me digan”, ha aceptado “no cuestionar” lo que se hace por miedo a perder su empleo, ha aceptado “sobrevivir” en vez de “vivir”, pero la nueva era que afortunadamente nos está tocando vivir no va de eso.
Ahora hay que hablar, hay que aportar al conjunto, tenemos que sumar, porque para restar ya tenemos bastante gente, hay que cambiar esa actitud, enseñar y aprender a lo mejor a argumentar en vez de quejarse y justificar.
Tenemos que pensar únicamente en aportar valor con nuestras acciones. Somos muy afortunados porque hay que cambiar todo y eso significa trabajo, significa conseguir lo que siempre habíamos pensado, ahora tenemos la oportunidad de hacerlo.
Perderemos algunas cosas por el camino, quizás comodidad, confort; esto no es gratis hay que trabajar, los éxitos tiene más parte de esfuerzo que de genio, y a lo mejor llevamos tanto tiempo de espectadores que ahora nos han salido unos “michelines” de cuidado pero no solo en la tripita sino en el cerebro.
Y la verdad, las flexiones en el suelo son mucho más agradables que las flexiones que tenemos que ejecutar en nuestra cabeza, esas duelen y son difíciles de hacer. Pero al igual que luego te sientes bien cuando luces bañador, os aseguro que cuando haces algo que puede cambiar la vida a mejor te sientes mucho mejor, e incluso llegas a valorar para que hemos venido a esta vida.
Regla nº89: “La mejor palabra siempre es la que está por decir.
Excelente artículo. Aplicar lean requiere aprender a ver el desperdicio y lo que es de valor constantemente, esto requiere disciplina, rigor y sobre todo espíritu crítico, responsabilizarse por el propio trabajo y cambiar para mejorar: kaizen, kaikaku, pero siempre kai -cambio. La antítesis de las reglas escritas en piedra.
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