Esta semana Francesc Baldirà nos vuelve a deleitar con su visión de la empresa moderna.
Hace pocos días, una amiga mía me señaló un artículo en el que se entrevistaba a Jan Kriekels. En él, este defensor del futuro sostenible afirmaba que todas las sociedades precisan desarrollar cinco principios básicos para sobrevivir y avanzar. Había comprobado que si falta alguno de ellos, la sociedad no perdura.
Me gustó la sencillez y potencia de los mensajes. Inmediatamente quise hacer un dibujo que me ayudara a fijar los cinco principios en mi memoria para facilitar su recordatorio. Apareció en mi imaginación un pentágono regular y un título: El pentágono de la prosperidad. Me resultó muy agradable. Es una forma sencilla que me sugiere solidez y un equilibrio deseado entre los cinco conceptos.
Esta idea es claramente aplicable a las empresas, equipos de trabajo y ecosistemas organizativos. Si representamos los principios por los roles que indica Kriekels y analizamos nuestra situación con respecto a ellos, podemos ver rápidamente dónde están los puntos fuertes y débiles, y así proyectar la evolución que podemos esperar para nuestros equipos y proyectos.
Bueno, ya toca hablar de esos cinco roles. Ahí van con una pequeña reflexión de lo que creo que puede ocurrir si no se desarrollan lo suficiente.
Los Ingenieros. Los que construyen las cosas.
Sin ellos tendríamos el “mundo de yupi”. Mucho buen rollo, visiones fantásticas del futuro, mil planes y maravillosas presentaciones. Pero en cuatro días cerraríamos la barraca por falta de resultados tangibles.
Los artistas. Los que alimentan el alma.
Sin ellos tendríamos productos bien hechos, con visión de futuro y habríamos construido un equipo bien cohesionado, pero serían productos feos y aburridos que no entusiasmarían a nadie y que, fácilmente, serían retirados pronto del mercado por otros que “entraran por los ojos” al consumidor.
Los visionarios (racionales). Los que van más allá y consideran implicaciones a futuro.
Fácil, si no tenemos este rol en nuestra organización, pues está claro: “pan para hoy y hambre para mañana”. Productos bonitos y bien construidos pero de uso puntual y sin continuidad.
Los motivadores. Los que hacen que existan las ganas colectivas de hacer las cosas bien.
Si no los tenemos, el trabajo se hará técnicamente correcto, con buen gusto, con visión de futuro pero obtendremos retrasos interminables y sobrecostes inaceptables pro dificultades de coordinación, deserciones y problemas de relación.
Los navegadores. Los atrevidos que se la juegan.
Sin ellos no saldríamos de la zona de confort. Haríamos siempre las cosas de la misma forma y no habría evolución. En poco tiempo, productos y procesos obsoletos y comidos por la competencia.
Repasando un poco en el baúl de la memoria, no me fue difícil encontrar explicación de éxitos y fracasos de casos que he conocido de primera mano en base a repasar el grado de desarrollo que tenían de cada uno de los vértices del pentágono de la prosperidad.
Es un bonito y fácil ejercicio que os invito realizar para evaluar la salud a largo plazo de vuestras organizaciones, equipos o proyectos.
Os deseo una Feliz Navidad y un prometedor 2014, amigos.
Mensaje: Descuidar el equilibrio es apostar por la desintegración.