Una de las cosas que más me sorprende de los profesionales españoles es ver el miedo escénico que tienen a hablar en público. Hasta tal punto, que he visto palidecer de miedo a gente con unos conocimientos muy superiores a los míos simplemente por acercarse al escenario.
Creo que básicamente es miedo al ridículo y a una mala enseñanza desde el colegio, pasando por las universidades, y casi recayendo en algún que otro master o postgraduado. Esencialmente creo que nunca se nos enseña a hablar en público.
Los profesionales de TI si cabe, en esto todavía somos peores, ya que salimos a hablar en público dando por hecho que la audiencia está a nuestro mismo nivel y entiende todo lo que le vamos a explicar. Si hay algún tipo de presentación realmente patética es la que se lleva a cabo cuando se va a enseñar el funcionamiento de una herramienta informática.
La destreza del ponente abriendo y cerrando ventanas, hablando a la velocidad de la luz y contando “su” historia y “su” visión sobre como se debe usar el producto y para qué sirve, alcanzan cotas surrealistas muchas veces.
Otra cosa que ha ayudado a destrozar si cabe, aun más las presentaciones, es el mal uso de herramientas como el PowerPoint. Yo no estoy de acuerdo cuando se dice que hay que prohibir el uso de esta herramienta (u otra parecida), sino que lo que hay que hacer es aprender a manejarla, y eso no consiste sólo en saber pintar dibujos o insertar fotos más o menos afortunadas, sino en saber hacer presentaciones.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que para hacer una presentación de treinta minutos hacen falta unas diez horas de preparación anterior. No vale con preparar las diapositivas la noche anterior, y llenarlas de fotos y palabras. Hay que pensar en que queremos decir y que palabras o imágenes nos pueden ayudar.
No voy a entrar en explicaciones científicas sobre las posibilidades de los hemisferios derecho e izquierdo de nuestro cerebro, quiero ser más “vulgar” en la explicación: un ser humano no puede escuchar al ponente, leer las 25 líneas de la diapositiva, comprender el grafico de la misma, tomar nota y ver como le puede ayudar todo eso en su problema ala vez.
Si alguien trata de hacer eso posiblemente en la tercera diapositiva termine agotado, si la presentación a su vez incluye 45 o 50 trasparencias acabará muerto.
El movimiento Pecha Kucha (es el termino japonés para la presentación) propone 20 diapositivas en 20 segundos cada una haciendo un total de 6 minutos 40 segundos.
A priori esto se nos antoja como imposible ya que no se trata de hablar más deprisa sino de comunicar más eficientemente. Si pensamos en que tenemos veinte segundos para trasmitir una idea posiblemente veamos que con una frase, tres palabras o una imagen nos basta. Pero hay que encontrarlas.
Evidentemente es mucho más fácil el rollo que actualmente usamos en las presentaciones aunque este no sea eficaz. Sin embargo el mensaje que os quiero transmitir hoy no va sobre herramientas ni sobre técnicas de presentación sino sobre algo mucho más esencial; desde mi punto de vista el cerebro humano está construido para contar y escuchar historias.
Es decir, aquel que tenga el relato mejor, más interesante o más atractivo será el que gane. En la vida, en los negocios, ante un jurado o ante sus amigos.
Las historias son pura emoción, y la emoción mueve más montañas que la dinamita, y contar de manera efectiva una historia de la empresa, de nuestro proyecto o nuestra simplemente, es todo un arte.
Generalmente cuando tengo que preparar una conferencia, siempre pienso en el hilo argumental que voy a seguir, el desarrollo de como la quiero contar. Casi nunca entrego la presentación antes de tiempo, aunque el cliente me lo exija, ya que revisa y cambio el argumento hasta un segundo antes de salir al escenario. A lo mejor os parece una exageración pero en la última media hora antes de salir a escena puedo revisar el guion unas cien veces.
Miro las anécdotas, cambio en base al publico, en base al día, suelo tener en cuenta noticias o eventos que han sucedido ese mismo día y que todo el mundo conoce, reviso los chistes, incluso me planteo si usar trucos o no durante la charla.
¿Donde ha estado la clave para hacer todo esto? ¿Donde y cuando lo he aprendido?, no lo sé realmente, muchas veces después de hacer presentaciones me lo preguntan y siempre digo lo mismo: “cuento historias desde que era pequeño” o como dice mi amigo Javier “Domingo te cuenta la película de lo que ha sucedido”.
Me di cuenta hace tiempo de que a la mayoría de las personas las presentaciones les traen al fresco, sin embargo se quedan con las personas que las dan o con las anécdotas que cuentan.
Y para terminar también quiero dejar una reflexión, ante una excusa de esas que suelo oír a diario: el saber comunicar o contar historias no solamente es básico para algunos profesionales.
Los verdaderos líderes son aquellos que saben contar historias con efectividad, en momentos delicados saber comunicar o contar una historia puede mover a la gente y esa es una obligación de todos no de algunos cuantos.
¿Dakara Nani?” significa “¿Y qué?” en japonés.
Creo que es una buena pregunta para hacernos después de terminar una presentación. LO malo es que si no las tenemos que hacer no habrá existido como tal, una verdadera presentación.
¡Qué razón tienes, Domingo! Y esto vale no sólo para las presentaciones, sino para todo. En la redacción de documentos de trabajo, siempre busco el hilo conductor que quiero que reciba el interesado, porque efectivamente, los mensajes llegan mejor cuando se saben contar bien.
gracias por tu comentario Luisa, tu eres una excelente comunicadora.