Escuchamos con mucha frecuencia que la comunicación es esencial para el éxito de cualquier actividad humana y, en particular, de las iniciativas y proyectos laborales.
Evidentemente, es cierto. Sin comunicación es imposible coordinar esfuerzos y actividades que han de realizar diferentes personas.
Ahora bien, la comunicación escrita debe ser eficaz, debe conseguir su objetivo. No vale cualquier forma de comunicarla. Y de esto quiero hablar en este post.
La comunicación no es sólo hilvanar un conjunto más o menos bonito y coherente de palabras y frases. Es claro que la riqueza lingüística y el estilo ayudarán a que el mensaje se transmita con mayor precisión, seguro.
Comunicar debe ser un acto más profundo, debe ser capaz de provocar la estimulación de algo más que el oído del receptor (o la parte del cerebro que procesa la lectura, en caso de ser escrita).
La comunicación será efectiva si se consigue que aparezca en el receptor, o en la mayoría de los receptores, una intención de movimiento, en definitiva, una cierta motivación a la acción que se producirá si se genera una emoción.
Un comunicado que no genere el más mínimo impacto emocional, es un comunicado inútil desde el punto de vista de la efectividad. Como diría el acerbo popular “entra por un oído y sale por otro”.
Es fundamental comprender cuáles son las potenciales motivaciones de los destinatarios para tenerlas muy en cuenta en el momento de diseñar o elaborar una comunicación que pretenda ser eficaz. En otras palabras, que “llegue”.
Debemos esforzarnos en conocer a nuestros destinatarios, sus anhelos, sus necesidades, sus preferencias para ser capaces de transmitir con efectividad.
Y no quiero olvidar la otra cara de la moneda: la credibilidad del mensaje. Si no estamos convencidos de lo que decimos, si no creemos en ello, la comunicación fracasará.
Es fundamental que los destinatarios sientan que creemos en lo que les estamos diciendo.
Revisemos pues si nuestros comunicados son meros conjuntos de palabras o realmente contienen mensajes pensados teniendo en cuenta las características, intereses y motivaciones de nuestros receptores y que nosotros somos los primeros convencidos. Ese “trabajo adicional” de pensar en los demás es lo que puede convertir nuestra comunicación en un verdadero éxito.
Mensaje: La empatía y la credibilidad son claves en el éxito de la comunicación