Esta semana pasada ha sido curiosa, casi todo el mundo se iba de vacaciones y claro eso es lo más parecido al final del mundo; es decir, había que acabar todo como si el uno de agosto el mundo llegara a su fin.
Esta situación hace que las personas nos portemos de formas muy variopintas; algunos te pueden ver un rato pero poco porque tiene muchas cosas que terminar, otros siguen (o seguimos) como si nada fuera a ocurrir y a otros definitivamente ni les ves el pelo porque su tiempo ha desaparecido en su totalidad, y cuando digo que en su totalidad me refiero que ni se despiden de ti.
Bueno eso es normal, las personas somos y debemos de seguir siendo diferentes; el caso es que he tenido ocasión de comer esta semana con varios amigos y compañeros y curiosamente durante las comidas han aparecido una serie de tópicos a los que como casi siempre he sacado parecidos razonables con nuestras empresas o negocios.
El primero me ocurrió comiendo con Rafa, pedimos nuestro menú, cosa que por cierto cada vez es más complicado y a lo que dedicaré algún día un post en exclusivo, y a la hora de pedir la bebida el pide agua y yo una Coca cola.
Ante esta situación el camarero me hace la siguiente pregunta:¿ la quiere Light, zero o normal?, yo me quedo callado y mi amigo Rafa dice: “quiere Coca cola, coca cola”; lo cual el camarero no entendió muy bien pero a mí me hizo pensar.
Resulta que hemos metido tantas variantes a nuestra vida que ahora resulta que lo normal es casi “lo anormal”, es decir la coca cola light y la zero son “anormales” ya que a la coca cola de siempre se la llama “normal”. Y me pregunto yo ¿en la empresa ocurre lo mismo?, es decir, lo “normal” que sería hacer que las cosas funcionen a la primera, satisfacer al cliente, terminar nuestro trabajo en el horario de la jornada laboral, tener conocimiento de lo que nuestra empresa quiere hacer, conocer de primera mano las necesidades de nuestro cliente y cosas por el estilo, resulta a día de hoy muchas veces casi una quimera.
Y lo “anormal” pero que está de moda es lo de trabajar sin descanso, incluyendo los fines de semana, en vez de hacerlo bien a la primera mantenemos eternamente, haciendo de esta chapuza un negocio en toda regla, le decimos al cliente lo que nosotros creemos que necesita en vez de escucharle, y nos preocupamos exclusivamente de ser rentables y hacer sólo aquello que nos da beneficio inmediato.
O dicho con otras palabras, hemos hecho “popular” el parche y la chapuza frente a la calidad y el servicio.
La segunda comida fue dos días después con mi amigo Antonio, ya habíamos pedido nuestros menús y en la mesa del al lado oímos a un “ejecutivo” decirle a una compañera suya una frase muy manida: “es como en España no se vive en ningún sitio”. Esta frase como veréis resulta muy común y hasta posiblemente la hayamos pronunciado alguna vez, pero el pensamiento viene de la pregunta que la chica le hizo inmediatamente después: ¿y tú, en cuantos sitios has vivido además de España?.
El muchacho (ya no me pareció tan ejecutivo) carraspeó, y con una vocecilla propia de un capítulo de Heidi dijo:” bueno, la verdad es que yo nunca he salido……de MADRID.”; es decir, ya no sólo no conocía más países o continentes, es que ni siquiera había salido de Madrid, sin embargo unos minutos antes afirmaba rotundamente que nuestro país es el paraíso.
Pues amigos, en la empresa tenemos un montón de personas que no han vivido otras empresas, que solamente su experiencia la han forjado en la misma compañía y con las mismas herramientas y procedimientos, y algunas de esas personas han llegado a la dirección, la cual mantienen no como mejor pueden, sino como mejor saben.
Lo malo es que no saben, porque no han visto otras formas, otros modelos, otras ideas, de ahí que se aferren tanto al mantenimiento de la cosas como “se han hecho siempre”.
La comparación de estas dos situaciones resulta paradójica; por un lado estamos olvidando lo clásico, los valores, lo que debe servir de base a nuestros proyectos y por otro lado huimos de la diversidad, de conocer nuevas situaciones que nos afecten directamente.
A lo mejor la solución estaba en mi tercera comida que tenía pensada con una amiga, pero como estaba tan ocupada trabajando y trabajando tanto, ni siquiera pudo sacar media hora para comer, a lo mejor ella me había dado la solución.
Bueno para eso siempre tendremos Septiembre, que es el mes en donde todos los contadores se ponen a cero otra vez y donde parece que no ha pasado nada, donde se atisba un horizonte trimestral, ya que en diciembre vuelve otra vez el “fin del mundo temporal” y ahí llegamos cargados de ilusiones, deseos y buenas intenciones.
Cuidado amigos con esto, creo que eso ya se ha acabado, debemos abrir nuestras mentes de manera como nunca lo hemos hecho antes pero abrazando nuestros valores más fuertes y sólidos, sino podemos dejarnos llevar por modas modernillas y pasajeras o por el refranero popular de nuestras abuelas, y el reto ante la nueva era que ha comenzado esta aquí, y nunca nos había ocurrido antes, de manera que afrontémoslo con todas nuestras fuerzas.
Regla nº97: “Cuando se te queda la mente en blanco lo ves todo negro”.