Hoy voy a empezar por el final; es decir, por la regla. Los chinos, que son muy sabios, -aunque yo prefiero decir los orientales-, dicen que si te caes siete veces te debes levantar ocho. Este proverbio, dicho o refrán, no es nuevo; al menos para mí, que lo llevo aplicando bastante tiempo. Sin embargo, cobra mucho valor en estos tiempos, -para mí desde luego-, pero creo que para todos un poco.
Siempre he pensado que en occidente, o al menos en España, interpretábamos mal este consejo; ya que siempre nos han educado para no caernos y, -yo creo- que ahí está el gran error. Eso de que la vida es un camino de rosas es una mentira histórica con la que hemos crecido muchos y que, sinceramente, creo que nos ha perjudicado; porque no hemos aprendido a levantarnos y, lo que es peor, cuando caíamos esperábamos a que otros, -papa, mama, la tía, el profesor, nuestro hermano mayor, un amigo, -quien fuera- nos levantara.
A medida que hemos ido creciendo, hemos visto que las caídas son numerosas; y eso que hoy sólo me refiero a las caídas nuestras, no a zancadillas o empujones. Si revisamos, nuestras vidas están llenas de ilusiones que queríamos cumplir y que, de repente, no lo conseguimos. Ese trabajo que queríamos, de esa chica o chico que nos gustaba, de ese viaje que queríamos hacer…
Alguna que otra vez, he hablado de Randy Paush y su libro “La última sesión”. En ese magistral discurso el Doctor Paush explicaba que los muros no aparecen para detennos, sino para poner a prueba lo que de verás queremos conseguir. Pero, a pesar de ello, nosotros preferimos las lamentaciones; lamernos nuestras heridas y llorar con nuestros amigos lo malos que somos por no poder conseguir algo.
Hasta ahora esto nos ha valido; pero claro, en los tiempos que estamos, hay algunos que no se levantan del suelo. Antes había problemas de vez en cuando. Ahora vivimos en un autentico campo de minas, en los que hay que tener diez ojos abiertos y una visión de 360 grados para no caer. Por eso creo que es muy importante saber levantarse.
Yo mismo llevo cinco semanas que paso más tiempo en el suelo que con la cabeza alta. Mis planes no terminan de “cuajar” y, cada dos por tres, estoy a punto de tirar la toalla. Pero en esos momentos de bajeza, de desanimo en los que te encuentras solo, -porque cuando te caes y te das la hostia, te sueles quedar muy solo-, a lo mejor alguno se queda mirando: pero es para ver si te levantas y puedes ayudarle a él. Pero bueno, eso ya lo trataremos en otro Post. A lo que iba: cuando estas a punto de tirar la toalla y dejarte vencer, -yo al menos-, suelo hacerme una pregunta: ¿Qué han hecho ellos/ellas para seguir en pie que no he hecho yo?
Yo amigos -lo siento; pero ya estoy harto de lamentaciones. Crecí en una familia que siempre se lamentaba del triunfo ajeno; siempre oía que a fulanito le había tocado la lotería, que menganito había heredado, que si mi primo era más inteligente que yo, que si mi amigo era mucho mas guapo que yo… Y -por supuesto-, también compartí tiempos profesionales con gente sin escrúpulos que pisaban a su alrededor, sin ton ni son. Para mí -y a pesar de lo que sufrí-, todo esto eran creencias y falsas.
En este punto es muy importante ser conscientes y tener cuidado cómo miramos el mundo, porque el mundo acaba siendo como lo miramos. En realidad, nuestras creencias acaban deviniendo realidades; es decir, lo que creemos, tiende a ser lo que creamos.
Muchos de vosotros recordaréis Rocky; -para mí una magnífica película. Pues en ella hay una frase que el entrenador le dice una vez a Balboa, y que resulta muy ilustrativa para lo que estamos comentando hoy: “lo importante no son los golpes que tu puedas dar, sino los que seas capaz de soportar”.
A lo mejor, todavía no hemos aceptado esta situación pero, si miráis tranquilamente a vuestro alrededor, veréis que en cualquier proyecto -o casi en cualquier situación de la vida-, lleváis una temporada recibiendo; quizás flojito, pero recibiendo.
Lo malo de esto es que, cuando recibes, bajas la cabeza y te miras la punta de los pies… Y así no vamos a ningún sitio.
Os voy a proponer un ejercicio para esta semana: ¿recordáis a los monjes del siglo XVIII? ¿Esos que llevaban la coronilla rapada? Seguro que todos habéis visto el nombre la rosa ¿no?, pues a esos monjes me refiero.
Esos monjes se rapaban la coronilla porque, desde ahí, tendían un hilo con Dios; y eso les hacia ir por el mundo mirando hacia adelante, e incluso con la mirada subida. Pues bien: raparos mentalmente la coronilla esta semana, y andar de esa manera con la cabeza alta. Si os caéis, levantaros rápidamente y sonriendo. Acordaros del monje. Acordaros de Rocky Balboa. Acordaros de quién queráis… pero levantaros. Tenemos mucho que hacer.
Regla nº29:”Si te caes siete veces, levántate ocho”.