Cadáveres análogicos

«…Le escribí al whatsapp hace casi una hora y aún no me ha contestado. Sé que lo ha leído. Entonces ¿qué está haciendo a estas horas, o lo que es peor, con quién?…».
“…He tenido problemas con mi pareja por su obsesión con mis redes sociales. A nivel de quien agregas como amigo, a quien respondes, etc. aunque no sea nada y no haya motivos de sospecha. Muchas personas de baja autoestima llegan a provocar tormentas por estas historias y francamente es un problema. Llega a convertirse en obsesión y es frecuente oír lo de «y por qué le respondes a esa», y «por qué agregas a esa», y «quien es esa», etc…”.
“…Un amigo mío rompió su matrimonio hace un par de meses. Una noche antes de ir a dormir vio que su mujer se dejó el Facebook abierto y se puso a leerlo: tonteos «serios» con los compañeros de trabajo y reflexiones con sus amigas de que su matrimonio era una mierda…”.
Estas son algunas de las reacciones que podemos oír a nuestro alrededor con relación al uso de las redes sociales, tanto en periódicos, revistas o incluso personas cercanas a nosotros.
Este pensamiento está a la orden del día, cada vez aflora con más fuerza en una sociedad marcada por las redes sociales, lo que nos empuja, sin querer, a estar continuamente conectados o al menos, a tener la sensación de estarlo en todo momento. Sea por trabajo, o bien para tu propia vida personal.
Claro está, personas que por ejemplo, ya son bastante celosas y controladoras, usan esta nueva herramienta como una forma para controlar y saber dónde está su pareja en todo momento.
Hace unos 10 años, se registraba el bolso o la cartera, ahora se registra el móvil. Al fin y al cabo es lo mismo, sólo que los métodos han cambiado. Ahora estamos hiperlocalizados y es mucho más sencillo.
Pero estos problemas no se dan por las redes sociales y las aplicaciones sino por la falacia del control y la falta de seguridad de las personas, es decir, no por tener un móvil, asegura, tenemos más control sobre las cosas, de hecho, debido a una falsa sensación de control creemos que podemos controlar a su vez a otros.
Todo este fenómeno es debido en parte, a que existe un sentimiento de culpa si no se responde a estos estímulos (whatsapp, Facebook, mail). Esto responde a la idea de tiempo real.
Es decir, el problema es la inmediatez: creemos que como todo se puede solucionar “ahora” se gana tiempo y producción, pero esto es una falacia. Se hace más “humo” pero no se produce más. Por tanto, los “mensajes”, “toques” o los “me gusta” no son más que migas que lanzamos para las relaciones.
Actualmente, nos hemos vuelto consumidores de emociones, no vale con un paseo, necesitamos cine, cena, viajes, estoy con el otro mientras hago otra cosa, no mientras comparto otra cosa.  Así, tenemos tal demanda y ansiedad de atención que la consumimos y la solicitamos las 24 horas mediante las redes y respondemos con “migas” a las demandas de los otros de igual modo.
Las redes, facilitan ese intercambio de “migas y de humo”. Consumimos emociones porque ya todos y todas -facilitados por las redes- hemos creado apegos inseguros, es decir, que entramos antes en la cama de alguien que compartir verdadera intimidad.
Pero pese a todo, las redes sociales han venido para quedarse, y como todo en la vida se necesita educación; Internet, en sí misma, es una larga autopista donde muchas veces podemos perdernos si no llevamos consigo un buen mapa.
Y una cosa muy importante amigos: al contrario de lo que se pueda pensar, «el mundo interactivo no tiene apenas diferencia con el presencial». Lo que ocurre es que ahora “visualizamos” antes la “tontería” que algunos amigos o familiares nos demuestran de manera más gráfica y concreta.
Por ejemplo, la búsqueda de parejas por internet, son iguales que una discoteca: tú llegas, echas un vistazo y, si te gusta el ambiente y la gente, te quedas y si no, te vas. En la red es lo mismo, no todo el mundo miente, pues al final, intuyes quién te está diciendo la verdad y quién no. Igual que cuando conoces a alguien en la calle.
Gracias a las redes la gente conoce a personas que hacen lo mismo que ellos y ya no se sienten tan ‘bichos raros’. Hay más normalización en todos los sentidos. Y sobre todo, las redes  son útiles para buscar información o ayuda a muchos problemas, donde el mundo virtual se convierte en una herramienta absolutamente poderosa.
El problema puede ser la “infoxicación (sobrecarga informativa)”a la que estamos expuestos, pero si realmente buscamos en páginas fiables (con referencia y regladas por alguna empresa o entidad) y si nos dejamos aconsejar por amigos y profesionales que nos recomiendan de primera mano páginas buenas y fiables, los pros son muchos más que los contras.
No obstante recuerdo que mi abuela que pensaba que los coches eran aparatos del diablo y prefería el carro o el burro para desplazarse, de manera que si algunos queréis seguir desplazándoos en burro por la ciudad sois muy libres, eso si por lo menos no seáis egoístas y dejar que vuestros hijos lo hagan de manera diferente.
 
Regla nº87: “Si no quieres que algo tuyo se publique en las redes, no lo hagas.”.

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