Aunque Sea el Último Hombre Sobre la Tierra

Si digo que los hombres y las mujeres somos diferentes, creo que no aporto nada nuevo. Por supuesto -y afortunadamente- en lo físico lo somos, pero también en el uso de algunas expresiones. En concreto yo hay una, que da titulo al Post, que me gusta bastante porque se la he oído a varias amigas mías en diferentes ocasiones.

Aunque la que mejor lo dice de todas sin lugar a dudas es María. Me parto cada vez que la digo algo acerca de algún amigo o compañero sobre que quiere salir con ella; María se pone muy seria, lo mira de reojo, hace un gesto de asco absoluto y dice muy digna: “Aunque fuera el ultimo hombre sobre la tierra, no le pondría ni un dedo encima”, y yo me parto -no sólo por como lo dice- sino por la expresión de asco y repugnancia que pone.

Algo parecido ocurre cuando nos asignan compañeros en un proyecto o en el trabajo; con la única diferencia que por educación, -o por ser políticamente correctos-, no lo decimos. Pero amigos: nos lo tragamos. Y al igual que mi amiga María con el mismo asco y repugnancia que hace que nuestro estómago se destroce cada vez que vamos a la oficina.

Esto no quiere decir que nos caiga mal todo el mundo, ni que debamos de querer a todo el mundo. Como decía Gabino diego en una de sus películas el “tirón Alpha”, es el que nos indica con quien estábamos juntos hace miles de años y por eso nos atraemos. Sin embargo, hay personas con las que no hay tirón ni “alpha” ni beta ni de ningún tipo.

Esta situación nos lleva a tener que trabajar, que es lo mismo que convivir con alguien con la que no existe química durante a veces demasiado tiempo. No os podéis imaginar la cantidad de gente amargada que conozco por este motivo, y estoy seguro que vosotros también.

Por supuesto no quiero caer en lo fácil, ya que esto que estoy comentando aquí puede tomarse a la ligera y convertirlo en un poco de tontería: “es que Fernando es un prepotente”, “es que Elisa es un poco así”, “es que el catalán es un pelota”. No me estoy refiriendo a esos casos, y tampoco a los que se podrían considerar como mobbing; es algo más simple es lo cotidiano, la estupidez en si misma, gente que al rato de llevar diez minutos con ella ya sabes perfectamente que es imbécil, y que te va amargar la vida.

Evidentemente, y esto es muy importante y donde quiero centrarme. Nos amargan la vida porque nosotros mismos lo permitimos. Yo soy una persona que me considero muy abierta y además creo en las personas; incluso cuando detecto al minuto que son idiotas, siempre pienso que pueden cambiar o pueden mejorar. Esto me lleva a una serie de disgustos y decepciones que, en algunas ocasiones, me ha costado superar.

Nunca he sido capaz de llamar imbécil a un imbécil, -fijaros que paradoja. Además, les he animado y he trabajado con ellos, sin decírselo, llegando incluso a sentirme mal por no ayudarles identificándoles su verdadera condición humana. Me he llegado a sentir hipócrita con ellos y -desde luego- para romper la relación, casi siempre he sido yo el que he quedado mal.

Parece como si la sociedad estuviera para proteger al malo, al idiota, al que roba, y las personas que no tenemos esas características seamos las que siempre salimos perdiendo. Esto por supuesto es temporal, la conciencia siempre juega a favor del bueno, del honesto, del trabajador, mientras que estos “mascachapas” siempre tienen algún lío, y siempre están metidos en alguna trama oculta.

Hoy con la llegada de las redes sociales estos elementos son más visibles, aunque ellos al carecer de identidad pública, -ya que se la construyen de lo que nos roban a los demás-, no pueden tener perfiles sinceros, atractivos que inspiren confianza. Y por eso recurren a la mentira con fotos retocadas, biografías inventadas, o anécdotas robadas de otros.

Quizás sea bueno dejar de ser tan “educados” con esta gente y –simplemente- ponerles en su sitio. Hay una cosa en la que les llevamos ventaja: ellos son cobardes nosotros no, aunque ser tan comedidamente educado y respetuoso nos deja casi al límite.

Recuerdo un cuento que me contaron y hace tiempo en una empresa y que decía más o menos así: “Había un bosque frondoso lleno de arboles en flor pero en mitad de todos ellos destacaba un hermoso Roble majestuoso con su altura y sus hermosas ramas. Un día penetró en el bosque un cerdo sucio de barro y porquería. Llegó al claro donde estaba el roble, lo miró, y se acercó a él para frotarse toda la porquería que tenia encima, abandonando el bosque después”.

Regla nº56: “El Roble siguió siendo un hermosos roble y el cerdo; un cerdo.”

 

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