Parece mentira que en pleno siglo XXI tratamos de buscar palabras complicadas como Sinergia, Sostenible, Proactivo… cuando hay cuatro sencillas y antiguas que pueden demarcar el sino de tu vida tanto personal como profesional.
Se resumen además en cuatro momentos y / o acciones:
Cuando llegas a un sitio. Di buenos días.
Cuando pidas algo. Pídelo por favor
Cuando recibas algo. Di gracias
Cuando te vayas de algún lugar. Di adiós.
Es curioso porque si además cualquiera de esas cuatro palabras las acompañas de una sonrisa, posiblemente pasarás a ser una persona de referencia en tu entorno.
Es muy triste pensar así, pero el deterioro de la calidad humana ha llegado a un nivel tan bajo donde la percepción de nosotros mismos como personas pueden depender básicamente del uso de estos vocablos.
Además si os hacéis la pregunta de cómo las usáis pensareis que lo hacéis correctamente, pero por favor pensar sólo durante un minuto, cuantas veces las utilizáis con personas desconocidas.
Ahí está la diferencia, si en mi entorno personal o profesional más cercano no las uso, lo cierto es que tengo un grave problema, pero que ocurre cuando estamos con “otros”, cuando entramos en una tienda, o cuando entramos en una consulta o ni siquiera: cuando subimos al ascensor.
La amabilidad, que no la educación, es una arma muy poderosa en nuestras relaciones, crea comunicación y empatía y genera buena sintonía.
El mensaje de hoy es tan simple y tan profundo que no quiero escribir más, solamente os voy a dejar con una fábula moderna que ocurrió de verdad en una empresa. Leedla con atención es muy bonita y sirve de ejemplo al tema de hoy.
“Juan trabajaba en una planta distribuidora de carne.
Un día, terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; en ese momento se cerró la puerta, se bajó el seguro y quedó atrapado dentro.
Aunque golpeó la puerta fuertemente y comenzó a gritar, nadie pudo escucharlo.
La mayoría de los trabajadores habían partido a sus casas, y fuera del refrigerador era imposible escuchar lo que ocurría dentro.
Cinco horas después, y al borde de la muerte, alguien abrió la puerta. Era el guardia de seguridad que entró y lo rescato.
Juan preguntó a su salvador como se le ocurrió abrir esa puerta si no era parte de su rutina de trabajo, y él le explicó:
«Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero tú eres el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy, como todos los días, me dijiste tu simple «Hola» a la entrada, pero nunca escuché el «Hasta mañana».
Espero por ese «Hola» y ese «Hasta mañana» todos los días. Para ti yo soy alguien, y eso me levanta cada día. Cuando no oí tu despedida, supe que algo te había pasado…
Te busqué y te encontré!!
Reflexión: se humilde y ama a tu prójimo, todos somos importantes…..desde tu jefe hasta el que te sirve el café en la mañana!!”
Gracias por haberlo leído, probad durante esta semana el mensaje que os he dado y veréis resultados asombrosamente nuevos.
Regla nº109 “Una persona, que es amable contigo, pero grosera con un camarero, no es una buena persona”.
Muy bonito la historia que pones domingo, pero podías haber puesto cualquiera de las que te han pasado a ti, ya que eres la persona más amable que he conocido nunca.
Seguro que tienes alguna como la de ese señor.
Llevo años preguntando a los camareros su nombre, para darles las gracias y mirarles a los ojos, siempre he pensado que si yo estuviese en su lugar, me encantaría que me tratasen como una persona real.
Vuelvo de Sudamérica, allí la gente no se sorprende cuando lo hago, hace poco una amiga me reprendía al hacerlo porque dice que quizás si hago eso el camarero piense que estoy ligando con él.
¿Pero desde cuándo la amabilidad está mal vista? yo practico el «smiling» a todas horas y tiene buenos resultados en cualquier contexto, contagiar felicidad es bueno y en los tiempos que corren, hasta vital.
Gracias Domingo por compartir una vez más, perlas de tu sabiduría.