Episodio VI: Celebraciones

Mi suegra siempre dice que lo importante no es empezar, sino terminar, y tiene razón. Cada vez que empezamos algo estamos eufóricos; con la energía a cien y atentos a todo lo que pasa, pero a medida que empieza la cosa, sea lo que sea, nuestra tención y energía empieza a decaer hasta tal punto que muchas cosas se quedan a medias en nuestra vida.

Pero más curioso resulta ver que cuando acabamos algo, lo terminamos y punto; hemos cumplido con nuestra obligación. Para eso nos pagan y, ahora, a por otro tema.

Esto resulta triste celebramos muy poco las cosas que hacemos y, lo que es peor, nos reímos poco. Creo que resultaría muy estimulante encontrar algo que celebrar y algún motivo para reír siempre.

Mucha gente piensa que reír es contrario a ser serio y formal; que una persona que tiene una sonrisa en la boca es poco inteligente, o barbaridades parecidas a esta. Yo mismo las he padecido muchas veces. Cuando doy una charla, muchas personas piensan que la seriedad va unida a la formalidad y al mensaje inteligente, y no saben que, precisamente cuando alguien se ríe, su cerebro está más abierto a la escucha.

Tampoco saben que hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar; puesto que yo estoy hablando de risa inteligente -no de tonterías o baboserías- que solo hacen reír a la gente sin inteligencia. Hacer tonterías no significa ser simpático o gracioso; adornar una clase de quinto de carrera, con una broma o un chiste, siempre será recordado y agradecido por el alumnado.

En los momentos de crisis o de presión también la risa puede ayudarnos a romper situaciones que pueden ser muy críticas, además de ayudar a estimular la creatividad.

Para llevar a cabo una celebración no hace falta necesariamente que se haya producido un éxito. Precisamente cuando algo no acaba bien es bueno mirar el lado positivo –que siempre lo hay- de la situación y celebrar eso para no caer en la depresión de la derrota o el fracaso temporal.

El regreso a Gandía fue rápido; ya sé que es una tontería, pero siempre me sigue fascinando pensar que los viajes de vuelta son más rápidos que los de ida. Quizás sea porque ya conocemos el camino o por las ganas de regresar que tenemos.

En este caso se mezclaban las cosas; por un lado queríamos regresar porque teníamos a otro elemento de la familia lejos, pero por otro lado nos hubiera gustado seguir más allá de Teruel conociendo los lugares que hace miles de años el Cid campeador conoció con otros colores y otras formas, evidentemente.

La verdad es que no hicimos una celebración de final de viaje, ya que durante los cinco días que duro el viaje casi todas las noches celebrábamos algo. Yo –interiormente- si tenía una celebración importante, y era ver que a mi hijo le había gustado lo que visitamos; aunque –evidentemente- no me lo dijo. Estos adolescentes seguro que soportarían un tercer grado de la misma Gestapo, antes de declarar que les ha gustado algo que no tenga que ver con su móvil o internet.

Y otra cosa importante para celebrar es la ilusión por seguir viajando que tenemos y que mantenemos; aunque no era nuestro viaje inicial, aunque lo tuvimos que preparar rápidamente -sobre la marcha-, salió bien. Lo pasamos genial, con ganas de repetir y aunque no suene muy bien en este contexto, esa es la verdadera calidad aquel conjunto de cosas, hechos, actividades que hacen que repitas algo que ya has hecho que vuelvas a gastar dinero en algo que ya has gastado previamente. Y lo cierto es que visto así, mi vida tiene muchísima, pero que muchísima, calidad.

Las navidades estaban al caer y el proyecto terminaba en las fechas previstas y con el presupuesto previsto, de manera que mis jefes no se enfadarían; pero y ¿la satisfacción del cliente? ¿Cómo quedaba de satisfecho el cliente?

Eso parece que nos interesaba sólo a nosotros. Resulta triste ver que a las organizaciones cuando un proyecto se acaba sólo les interesa ver la rentabilidad en números y recursos y saber si va a haber continuidad o si se le puede vender ¿algo? al cliente. No se dan cuenta que la rentabilidad no llega por los números, sino por la satisfacción del cliente y por la aportación de valor que le hayamos hecho.

En nuestro caso esto es muy difícil ya que siempre que haces un proyecto que tiene que ver con la calidad la sensación es de aburrimiento y fracaso, ya que el valor aportado y el beneficio se ve después de pasado un  tiempo. Quizás por eso la calidad está tanto en desuso por al inmediatez que las empresas necesitan de resultados.

Aquí la verdad es que lo pasamos mal, bueno el equipo lo pasó mal, yo no y explico por qué. No se obtuvo la certificación de nivel dos que la empresa esperaba; lo cual para empezar no esta nada mal, el objetivo de estos proyectos es conocer tu nivel de madurez y lo que te falta para conseguir determinado nivel superior, y no conseguir la certificación.

Desde este punto de vista el proyecto fue un éxito rotundo, ya que la mayoría de las personas del cliente les encantó el resultado que se obtuvo. Si bien este resultado pudo maquillarse si se hubiera querido, pero el trabajar con gente seria como era este caso no lo permitió.

Quizás mi equipo quedó tocado, el último hubo lágrimas y caras largas, sin embargo yo lo celebré ya que a pesar de lo que pudo parecer un mal resultado ellos maduraron, bueno no todos, uno de ellos que curiosamente ya no pertenece a nuestro grupo solamente echaba las culpas al cliente y repetía que ellos habían hecho un trabajo serio y formal como dictaba el SEI. Que bueno es echar balones fuera cuando no sabes lo que ha ocurrido.

El resto del equipo ha crecido y pienso que ese proyecto fue un pequeño punto de inflexión para ellos en su carrera personal. Ese hecho es un motivo más que importante para celebrar.

Y lo más importante para mi fue ver que no me había equivocado con ellos, tal y como pensaba habían hecho un gran trabajo que con el tiempo el cliente reconoció, de hecho pasado ya varios años de esto yo sigo manteniendo amistad con algunas de las personas del cliente, y sigo teniendo la misma visión respecto a la calidad y este tipo de proyectos. Lo cual es también motivo de reírme y de celebrarlo.

EPILOGO

El final de un viaje te trae sabores entremezclados, agridulces diría yo. Por un lado estás contento por haber terminado, por haber alcanzado la meta o el objetivo que te habías propuesto pero por otro te has quedado sin nada que hacer, te quedas vacío.

De ahí lo importante que resulta mantener la ilusión viva por repetir viajes, la ilusión viva de aprender cosas, de compartir situaciones con compañeros, la ilusión de hacer la cosas bien.

Si realmente tienes tu mapa de donde quieres llegar,

Si mantienes la ilusión por conseguirlo pase lo que pase,

Si tienes el valor de conocerte a ti mismo ya que todo viaje no deja de ser personal antes que universal,

Si mantienes tu sueño intacto sobre todo en los momentos difíciles,

Si manejas el viaje con flexibilidad que te permita adaptare al entorno que va apareciendo,

Si lo disfrutas continuamente,

Si  tú iniciativa está intacta en todo momento,

Si eres constante,

Si diariamente eres capaz de aprender de los errores haciendo balance,

Si consigues el equilibrio necesario para seguir adelante,

Si conoces a tu equipo y lo aprecias,

Si compartes experiencia, dolor y amor,

Si preguntas cuando no sabes,

 Si eres capaz de mejorar día a día,

Si tu nivel de escucha crece frente a tu nivel de hablar,

Si comunicas todo aquello que aporta valor,

Si tu confianza se robustece por lo conseguido,

Si después de todo esto tienes la fuerza y la ilusión de celebrarlo:

Tu viaje habrá merecido la pena

8 thoughts on “Episodio VI: Celebraciones”

  1. Empece a leer con inquietud e impaciencia y lo termino con melancolía. Definitivamente las vacaciones empresariales han merecido la pena. Una lástima que se acabe. Muchas gracias Domingo.

  2. Empece a leer con inquietud e impaciencia y lo termino con melancolía. Definitivamente las vacaciones empresariales han merecido la pena. Una lástima que se acabe. Muchas gracias Domingo.

  3. Empece a leer con inquietud e impaciencia y lo termino con melancolía. Definitivamente las vacaciones empresariales han merecido la pena. Una lástima que se acabe. Muchas gracias Domingo.

  4. Empece a leer con inquietud e impaciencia y lo termino con melancolía. Definitivamente las vacaciones empresariales han merecido la pena. Una lástima que se acabe. Muchas gracias Domingo.

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