El Arte de la Prudencia

Si hubiera que destacar un libro clásico con plena vigencia hoy día sería, sin duda, “El Oráculo manual y arte de prudencia” que Baltasar Gracián escribiera allá por el año 1647. El libro consta de trescientos aforismos  comentados, y ofrece un conjunto de criterios y orientaciones para guiarse en una sociedad compleja y en crisis.

Probablemente, ningún clásico fuera tan ignorado por aquellos a quienes más falta hace su mensaje. Es una lectura reflexiva de esas que te dejan asintiendo durante largo tiempo sobre lo que acabas de leer. Incluso llegas a intentar memorizarlo; ardua cuestión que depende de la fidelidad en la transcipción del castellano antiguo de cada edición.

Lo mejor de la obra es que es completamente atemporal. Es de esa laya capaz de transgredir el tiempo porque, -en sí misma-, comprende todo un sistema: un conjunto de argumentos conectados entre sí. Resulta impactante cómo se puede reflejar -por escrito- un conjunto de valores tan profundos y apreciados -de común acuerdo-, por parte de todos aquellos que han reparado en su lectura.

“Los hombres de rara eminencia dependen de la época en que viven. Las cosas tienen su tiempo; incluso las eminencias dependen del gusto de su época. Pero la sabiduría lleva ventaja: es eterna, y si éste no es su tiempo lo serán otros muchos”.

Jamás he llegado a comprender cómo este tratado del “ser y saber estar” no se ha convertido en libro de cabecera de políticos, empresarios, y todos aquellos para quienes la comunicación forma parte de su vida diaria. Es más; no recuerdo ni un solo político actual que haya recomendado su lectura o que, -al menos-, lo hubiera reconocido entre sus preferencias literarias. La bibliografía es un concepto ausente para “la casta”; a diferencia de los empresarios, mucho más permeables a la sabiduría que -en la mayoría de las ocasiones- transmite la lectura.

“Carácter e intelecto. Dos polos de nuestra capacidad. Una sin la otra son la mitad de la felicidad. El intelecto no es suficiente; el carácter es necesario”.

Como pueden comprobar, también son pocas palabras las necesarias cuando tenemos tan claro lo que queremos transmitir. Un gran argumento siempre aplicable a Social Media. Quizá por eso me gusten tanto los post; sobre todo, cuando están bien escritos.

El arte de la prudencia se hace más imprescindible cada día. No deben confundir prudencia con acatar el orden de lo “políticamente correcto”, pues no tiene nada que ver una y otra cosa. Prudencia es sensatez, sabiduría y juicio. Lo políticamente correcto es sometimiento, cobardía y farsa. Nunca equiparen a una persona prudente con alguien “políticamente correcto”. Saber distinguirlos marcará la diferencia en sus relaciones personales.

Por el momento, seamos prudentes.

 

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