Episodio II: Los Compañeros de Viaje

A mí la expresión “políticamente correcto” nunca me gustó; me suena a hipocresía. Una cosa es ser educado, que siempre lo debemos ser, y otra cosa es mentir descaradamente a un amigo o un compañero para quedar bien.

También es cierto que nuestros padres no nos enseñaron muy bien eso de recibir críticas constructivas. Bueno, realmente, a recibir cualquier crítica. De hecho, yo pienso que la propia palabra “critica” ya nos pone nerviosos; de ahí que en vez de ayudar a una amigo diciéndole las cosas que hace mal, o que no sabe hacer, le decimos cosas “políticamente correctas” -que al único sitio que le llevan es al fracaso.

Randy Paush en su “última lección” decía que cuando haces algo mal y nadie te dice nada, realmente es porque no le importas a nadie. Es una reflexión para pensar detenidamente.

En nuestro trabajo -y por tanto en nuestra vida-, solemos confundir generalmente a los compañeros o conocidos como amigos de toda la vida. Esto es algo que tampoco nos explicaron muy bien. El que yo todos los días me siente al lado de una persona, no significa que sea mi amigo. No necesariamente. Un amigo es algo más; es algo que se forja en el tiempo, que se forja con los problemas, que se construye a lo largo de meses… incluso años.

Sin embargo, también es cierto que dado que pasamos casi el 70% de nuestro tiempo en la oficina, sería bueno conocer mejor a nuestros compañeros. Cuando vamos a empezar un proyecto nuevo, es curioso el modo de buscar colaboradores para nuestros equipos.

Yo he conocido gente que simplemente escoge a los que están disponibles en la oficina; independientemente de que sepan o no, que estén cualificados o sean novatos. Esto parece un disparate, pero es una realidad amparada en otra estupidez que vais a identificar inmediatamente; en el sector de TI es muy frecuente que te asignen a un proyecto, del cual no tienes ni idea. A lo mejor no conoces el lenguaje de programación, o no tienes la experiencia adecuada para el cargo que hace falta, o simplemente, no tienes ni idea de cómo funciona esa herramienta para la que el cliente te ha contratado como experto. Cuando eso sucede, y tú te quedas completamente “acojonado”, viene un “listo” y te dice algo así como: “bueno necesito que en dos días seas experto en este tema. Léete este manual, y el lunes vas al cliente”; para terminar con un glorioso: “a mí me hicieron lo mismo cuando entré”, -a la vez que se ríe como si hubiera contado un chiste-, cuando realmente lo único que ha hecho es colaborar sigilosamente en la autodestrucción de tu propia empresa, ya que esas chapuzas pasan factura tarde o temprano.

Escoger compañeros de proyecto es muy difícil. La capacitación, el nivel de motivación, el esfuerzo que se va a necesitar, las características del cliente, en definitiva, las expectativas que tenemos del proyecto.

Al final, decidimos empezar el camino desde Gandía al fin y al cabo entra dentro del recorrido y nosotros ya estábamos allí. Yo recuerdo que cuando era pequeño una de las cosas que más me gustaba hacer era viajar con mis padres, y eso resulta curioso porque nadie en mi familia ha tenido carnet de conducir. De hecho yo creo que he sido el primero. Sin embargo, eso nunca fue problema para mi padre. Yo con 12 años ya casi había conocido todas las provincias de España. Autobús, tren, taxis o coches de amigos; nos daba igual, pero siempre estábamos en la carretera toda la familia; y a la cabeza yo -con mi mapa de carreteras- que indicaba todos los pueblos o ciudades por las que íbamos a pasar, y mi cuaderno de viaje donde apuntaba a qué hora llegábamos, donde comíamos, donde dormíamos…

Evidentemente hoy -cuando eres padre-, una de las primeras cosas que debes asumir es que tu paternidad no tiene nada que ver con la de tu padre. Es decir; mi padre nunca preguntaba a dónde queríamos ir -o mucho menos- si queríamos ir. Simplemente, nos decía a dónde había decidido que fuéramos todos, y punto. Hoy esto no es así. El debate familiar existe a cada instante. Yo pensé que recorrer 3 provincias, conocer 5 ciudades y 16 pueblos en 5 días sería fantástico, pero mi hijo de 11 años no lo veía tan claro; él necesita respuestas como: para qué vamos allí, qué vamos a ver, qué necesidad tenemos de ver esto o aquello… Necesita saber si hay “Starbucks” en las ciudades donde vamos y -sobre todo- a qué hora vamos a llegar y dónde vamos a cenar o comer.

Reconozco que al principio me puse nervioso; sobre todo cuando hablé de que había que sacarse los salvoconductos para sellar durante el camino, y me tocó a mí ir solo a por ellos. Luego viene frases como “es que eso de organizar el viaje tú lo haces bien cariño…”. Alguna como “qué chulo papa y ¿para qué sirve esto?”

Pero esto son quejas cariñosas. Lo realmente importante es gestionar bien las expectativas, y descubrir qué es lo que cada uno hace mejor. Yo puedo organizar el viaje, mi mujer escoger si hay que llevar jersey, abrigo o camisetas, y los más jóvenes, pues simplemente decidir qué música vamos a escuchar por el camino y por qué no hacer fotos.

Lo que si decidimos por mayoría absoluta es que el más pequeño se quedaba con los abuelos. Nadie se arriesgaba a hacer dicho viaje con un pequeño de 5 años. Nos “juramentamos” para llevarle a los mismos sitios, cuando fuera mayor.

Qué mal rollo cuando llegan las vacaciones en la oficina, y sale un proyecto. La gente se pone nerviosa pensando que tal vez ese maravilloso proyecto que nos va a hacer más ricos pueda jorobarnos las vacaciones que teníamos planificadas desde hace tiempo.

Cuando diriges un proyecto lo primero que tienes que decidir es si vas a dirigir siendo un director o jefe o si vas a dirigir siendo un líder. Esto parece que es lo mismo pero no tiene nada que ver. Cuando eres jefe, dictas órdenes, y te importa un pimiento las respuestas. Es decir; si le tienes que decir a uno que se queda sin vacaciones, pues ya está. Se le dice, y que llore. “A mí me hicieron lo mismo”. Pero si eres un líder, ni siquiera preguntas qué han planificado, porque ya lo sabes. Si alguien se debe sacrificar, ese debes ser tú, que para eso diriges el proyecto.

En mi caso no salió muy mal, porque le sacrificio fue relativo. Por un lado a mí siempre me ha gustado que todo el mundo participe en todos los proyectos, y este caso no iba a ser distinto. Tenía muy claro que lo iba a dirigir una colaboradora de mi equipo -que nunca había hecho algo parecido y que pensaba que no podía hacerlo. Para ello no hay nada mejor que “empujar un poco a la piscina”. Por otro lado, irme unos días a Barcelona para hacer la oferta pude combinarlo con llevarme a mi familia, lo que me permitió convertir un problema en una idea nueva para hacer en vacaciones. A mi mujer -y sobre todo a mi hijo- le fascinó Barcelona; de manera que pude redondear todo.

Teníamos la oferta terminada y a la responsable del proyecto. El ser humano es raro por naturaleza. Mientras seleccionaba al responsable, todo el mundo miraba para otro lado porque estaban las vacaciones. Una vez que escogí -precisamente a la única que se me quedo mirando-, todo el mundo se queja: “yo creo que estoy más preparado que ella”, “a mi no me importaría ir a Barcelona”, “estoy cansado de mi proyecto… quizás podía ir yo en lugar de ella”. Qué infantiles somos a veces, y qué difícil es ser líder. Reconozco que hay muchas veces que me gustaría ser jefe y gritar y usar expresiones como: “¡esto se hace así porque lo he dicho yo!”. Qué bueno; todavía me hace gracia cuando oigo estas expresiones de los “robagallinas” que no tienen ni 40 años, y han hecho del rol de director algo así como una mezcla entre un macarra y un mafioso.

Una cosa que tuve claro como líder es que la elección de la persona era la adecuada. De hecho, el éxito del proyecto en base, fue gracias a la personalidad, -no al conocimiento de dicha persona. Las aptitudes se adquieren, pero las actitudes se llevan impregnadas en el nuestro ser. El resto del equipo sabía que iba a participar -de una forma u otra- y ahora por un lado había que gestionar al cliente, y por otro ayudar a crecer a tu gente.

Es paradójico; dentro del grupo teníamos una persona altamente cualificada para un proyecto de este tipo. Sin embargo, su actitud siempre había sido deplorable. Al final, decidí que participara unos días en el proyecto, pero nunca dude de dar la oportunidad a otra persona cuya actitud era positiva frente al reto que teníamos por delante.

Confiar en tus compañeros de viaje, resulta fundamental.

 

4 thoughts on “Episodio II: Los Compañeros de Viaje”

  1. Por desgracia muchas veces no escogemos los compañeros de viaje, y ni siquiera el viaje, sino que vienen impuestos. Para el que le gusten las sorpresas y disfrute más el trayecto que el destino puede ser hasta un aliciente, para los que no, muchas veces la pregunta es ¿ Por qué no me quedaría yo en casa?

  2. Por desgracia muchas veces no escogemos los compañeros de viaje, y ni siquiera el viaje, sino que vienen impuestos. Para el que le gusten las sorpresas y disfrute más el trayecto que el destino puede ser hasta un aliciente, para los que no, muchas veces la pregunta es ¿ Por qué no me quedaría yo en casa?

  3. Por desgracia muchas veces no escogemos los compañeros de viaje, y ni siquiera el viaje, sino que vienen impuestos. Para el que le gusten las sorpresas y disfrute más el trayecto que el destino puede ser hasta un aliciente, para los que no, muchas veces la pregunta es ¿ Por qué no me quedaría yo en casa?

  4. Por desgracia muchas veces no escogemos los compañeros de viaje, y ni siquiera el viaje, sino que vienen impuestos. Para el que le gusten las sorpresas y disfrute más el trayecto que el destino puede ser hasta un aliciente, para los que no, muchas veces la pregunta es ¿ Por qué no me quedaría yo en casa?

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