Sinceramente, yo considero que cocino bien.
Mi arroz meloso es inolvidable para los que lo han probado y legendario para los que oyen hablar de él. El gusto por la cocina me viene por dos motivos: de pequeño me apasionaba ir al mercado a comprar la comida, encima tuve la suerte de nacer al lado de uno de los mejores de Madrid: “El mercado de la Cebada” y la segunda fue simplemente por supervivencia, me fui a vivir solo muy pronto y tenía que comer.
En aquellas épocas mucha gente me llamaba “cocinilla”, es lo que tiene haber crecido en un país con tantos años de incultura como España, aunque esos mismos que se reían de mi les encantaba comer mis macarrones o mi besugo a la sal que tampoco estaba mal.
Hoy en día, afortunadamente, que un hombre cocine no sólo está bien visto, sino que posiblemente sea una de las profesiones que más ha crecido en los últimos años y de la que además como os voy a contar a continuación podemos aprender mucho en el cada vez más aburrido mundo de la empresa.
Para ello tengo la suerte de ser amigo del Chef Cordon Bleu Fernando Ruiz Jiménez, un joven madrileño que nació no hace muchos años curiosamente en el mismo hospital que mis hijos: La Milagrosa. Con el he tenido la suerte de compartir una época laboral “tecnológica”, y otra época fantástica en la que ha convertido su sueño en realidad: abrir en Madrid su primer restaurante: “PAI PAI “ (http://paipairestaurante.com/), donde ha convertido la cocina Fusión en algo más que una experiencia gastronómica.
Lo primero que puedo aprender de Fernando es que las cosas pueden cambiar. Hizo económicas en la Universidad Autónoma de Madrid, sin embargo, sus sueños fueron más determinantes en su vida.
Lo segundo es su inquietud por aprender, y eso Fernando lo ha hecho de la mejor forma posible: viajando. Japón, Bolivia, Chile, Colombia, Nueva York, Miami, las Islas griegas o Londres son algunos de sus destinos habituales donde la gastronomía siempre estaba presente. Algunos viajes eran de un mes, pero en otros sitios llego a estar hasta cuatro años.
Tercera cosa muy importante, aunque ha buscado “fuera” de su país esa capacidad de “conocer” no ha olvidado nunca sus orígenes, y pasa largas temporadas en Bernardos o Ávila, donde posiblemente también ha perfeccionado mucho de lo que ahora comparte con sus creaciones.
Cuarto: algo muy grande que tiene Fernando es amor por su familia. Las patatas revolconas de su abuela Marcela o los guisos de su madre, que según el “cocinaba como los ángeles” , le han debido marcar más que las «ciencias económicas».
Quinta cosa que aprender, y que yo personalmente aplico bastante, cuando gastas energías en actividades como son: crear, pensar, innovar y mejorar continuamente necesitas “liberar” toxinas y alinear tu espíritu, para ello Fernando tiene en el Basket una salida monumental donde puedes verle jugando, de espectador o incluso como entrenador.
Estas cosas que ahora Fernando utiliza a diario en su proyecto han sido su carta de presentación siempre, antes de ser Chef, antes de salir en la televisión, mucho antes, yo creo que desde aquel primer trabajo de programador en la extinta SemaGroup. Y eso le ha hecho ser acreedor de unos grandes amigos que le apoyan a diario y que le han aupado hacia el sitio que tiene ahora.
Es una persona muy querida, que cree el equipo, trabajador, humilde, respetuoso con los demás y consecuente, muy consecuente con sus acciones y palabras.
Podría, para terminar este post añadir una sexta lección de las que he aprendido de Fernando: disponer de «otras habilidades» especiales como plan B. ¿Qué quiero decir con esto? Que si la cocina no le va bien (cosa impensable), yo creo que podría ganarse la vida tocando el acordeón, algo que hace realmente de maravilla.
Por todo esto es un ganador al que ninguna crisis podrá apagar ni cortar la larga trayectoria que le queda.
Como veis un chef puede enseñarnos muchas cosas de liderazgo, otra cosa es que las queramos llevar a la práctica.