Al tran tran

Emprender es iniciar o acometer algo que queremos hacer llegar a un buen fin. El espíritu emprendedor habitualmente es un espíritu (a veces un alma en pena) que cree tener claro el comienzo de una aventura y sueña con un desenlace a medio camino entre muy satisfactorio y altamente satisfactorio.
La verdad es que todo el complejo entramado que uno debe montar en su cabeza suele tener más tintes de ciencia-ficción y de adivinación que de precisa realidad. Los gurús no existen: existen los que creen que existen los gurús. Y estos son los que ocasionan que los irreales gurús den rienda suelta a su inefable: “Así será el futuro…”. Lo malo es que ante hechos consumados rápidamente interpretan su verdad y nos espeten: “Ya os lo dije…”.
Ciertamente el futuro no es patrimonio de ningún adivinador. Y es por ello que cualquier actividad a emprender que en el plazo establecido incumpla mínimamente los objetivos deseados, tendrá con toda lógica consecuencias negativas en la realidad personal de cada uno. El temor al fracaso es lo que suele condicionar la forma de llevar a cabo una acción emprendedora. Y por tanto condiciona el nivel de confianza que hemos de tener para abordar tareas de elevada envergadura.
Pero también es cierto que desde que nacemos estamos constantemente emprendiendo, sin fijarnos demasiado en lo que el futuro nos va a deparar o fijándonos lo justo (mientras tenemos el respaldo de nuestros padres). Emprendemos cuando hemos de elegir nuestra materia de conocimiento (nuestra carrera), cuando hemos de compartir felicidad, hogar, hijos con quien no sabemos su comportamiento futuro, cuando hacemos nuestra selección de empresas para ejercitar nuestra labor profesional, cuando buscamos el lugar idóneo para residir. En todos estos casos, con mayor o menor relevancia, los planteamientos a la hora de tomar la decisión de ponerse en marcha son similares: ¿me equivocaré? ¿saldrá todo como pienso? ¿se cumplirán mis deseos personales? ¿me facilitarán los demás que se cumplan?
Con todos esos trascendentes interrogantes, esas corrosivas dudas, esos inevitables miedos hemos no obstante de seguir adelante y tomar decisiones vitales. La clave de la confianza está gestionar muy bien los riesgos y acometer las acciones con la cautela necesaria, estando en una constante toma de decisiones en función de cómo las circunstancias se van desarrollando, adaptando continuamente los objetivos de forma parcial, buscando los caminos más accesibles, teniendo la ambición justa para no caer al abismo.
Así pues, baraja las cartas, reparte, obsérvalas, inicia el juego y, como en el mus, vamos al tran-tran.
Ángel Luis Herrero
Socio Consultor en InnoSIB

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