Vuelta a la normalidad

La interpretación que los españoles hacemos de los meses del año es muy singular; aunque parezca que son doce meses y que están regidos por las estaciones del año, realmente no es así, os cuento.
Enero: es el primer mes, se supone que es cuando comenzamos el año, pero no en España lo acabamos. Hasta el 10 de enero entre las vacaciones de los niños, el año nuevo y los reyes, aparte de no trabajar, nos gastamos el poco o el mucho dinero que nos quede intentando redimir nuestras faltas de todo el año. Algunos modernos pasan esta actividad a partir del día 10 ya que es cuando empiezan las rebajas.
Prefieren ahorra pasta que cumplir con las tradiciones; yo conozco una familia que celebra los reyes el 13 de enero para poder utilizar las rebajas.
Febrero y Marzo son dos meses en que se trabaja y donde básicamente se piensa en que vamos a hacer en Semana Santa, a veces esta cae en Marzo lo que nos hace más llevadero el año, otras veces en Abril, lo que causa algunos “desarreglos hormonales” en algunos.
Abril y Mayo son dos meses en los que se trabaja algo menos, ya que por un lado la semana consta de la propia semana santa , y por otro, la previa para contar donde nos vamos, así como la siguiente para contar como lo hemos pasado.
Mayo con la historia de las flores se nos hace más llevadero, y ya sin darnos cuenta llegamos al verano que en España dura desde el 1 de Junio, momento en el que  ya se empieza a hablar y pensar en la jornada intensiva, hasta el 15 de septiembre que suele ser cuando los niños vuelven al colegio.
Con la estupidez de la semana de adaptación, esto se está trasladando a primeros de Octubre.
En Junio ya hablamos plenamente de las vacaciones, empezamos con lo típico: “este año no sé dónde ir”, “no tenemos dinero”, “ahora cojo unos días y me dejo otros para navidad”….pero lo curioso es que llegado Julio y Agosto no ves a nadie en Madrid, los billetes a Nueva York desaparecen y las playas están llenas. Y digo Julio y Agosto porque en España se veranean los dos meses, uno en la oficina “vacía” y otro fuera de la oficina.
Aquí hay un “break”, realmente es cuando se acaba el año y no en Enero; ya que es en este preciso momento donde llegamos al límite (os habéis dado cuenta que la frase “este año necesita irme de vacaciones más que nunca” se está convirtiendo en todo un clásico).
Esto es debido a que no sé porque extraño motivo en el mes de Junio los españoles trabajamos como si se fuera a acabar el mundo y en Septiembre, el mes de la esperanza, todo fuera nuevo como si por arte de magia los problemas se disiparan con un “click”.
hay otros que primero veranean en la oficina Julio y Agosto, y luego se van fuera en Septiembre, ya que parece ser que algunas cosas son más baratas y están más tranquilos. Todo esto sin contar el calendario de los niños que el Ministerio de Educación desde bien pequeños les prepara para ser unos vagos y pasarse tres meses y medio tocándose las narices.
Y de regreso a la normalidad, contando nuestras vacaciones, renovando nuestras quejas y llantos, algunos contando sus nuevos y obsoletos objetivos (“esto va a cambiar”, “voy a a hablar muy seriamente con mi jefe”, “yo a partir de ahora me voy a mi hora”…), enseñando fotos y contando los días que quedan para Diciembre, pues Septiembre nos lo fumamos también.
Octubre y Noviembre se llevan bien gracias a la iglesia: la virgen del Pilar y la Almudena nos dan algunas fiestas que incluso crean puentes muy de agradecer. Y con todo esto llegamos a Diciembre, o mejor dicho navidades, donde desde el súper puente del 6 y el 8, damos paso a las comidas navideñas, vacaciones pendientes, e hipocresía de felicidad, donde comemos, gastamos, comemos, gastamos hasta empezar de nuevo la rutina.
Si esto lo leyeran un japonés o una americano, que solo disponen de quince días de vacaciones cada dos años, la verdad es que puede ser que no lo comprendieran. A mí me parece estupendo, puesto que si siendo así somos una potencia mundial no sé dónde estaríamos si trabajáramos un poco más; esto nos deja mucho margen para la mejora.
Pero lo malo no viene siendo esto del trabajo, ya que el español es el único ser sobre la tierra que puede producir y divertirse a la vez, por eso nos envidian tanto; lo malo son las sensaciones que arrastramos.
Como es posible que estando preocupados como estamos seamos capaces de desaparecer durante tres o cuatro semanas y volver con la ilusión de que todo es diferente, de que los problemas han desaparecido o que las personas han cambiado.
Si no llevamos acción con nosotros lo único que conseguimos es volver a la normalidad, o mejor dicho a la “anormalidad” diaria que aceptamos vivir.
¿Para eso descansamos?,
¿Para eso cogemos fuerzas?,
¿Para eso renovamos ideas?,
¿para seguir haciendo lo mismo?…
Pues vaya rollo de vacaciones ¿no?
Regla nº98: (un clásico), “Si seguimos haciendo las mismas cosas, seguiremos obteniendo los mismos resultados”.

4 thoughts on “Vuelta a la normalidad”

  1. El problema radica más bien en la pésima gestión que se estila entre los jefes de personal (lo de recursos humanos me suena a cadena de producción japonesa, cuanto menos), y los propios directivos de las empresas, que centran su gestión en los resultados a corto, alienando a las personas de lo que son (de ahí lo de recursos), y sobredimensionando en muchas ocasiones el trabajo.
    Los japoneses y americanos son muy malos ejemplos, pero obviamente, muchas veces aludidos como modelos a imitar, obviando temas tan evidentes como la cultura, por un lado, y la remuneración salarial por otro. Sin embargo, no suelen ponerse ejemplos como Alemania o Francia en donde las vacaciones superan las seis semanas, y los salarios ni te cuento. Curiosamente, estos dos países son dos de las principales potencias mundiales.
    El asunto de los niños ha sido siempre peliagudo para los empresarios. A más de un jerifalte de los de máster del universo, pdd o similar, he visto comentar que en realidad se quedaba hasta las tantas en la oficina no porque tuviera mucho trabajo, sino porque llegaba a casa y se encontraba con los deberes de los niños por un lado, peleas, gritos, baños, cenas…. y eso, a todas luces, para estos energumenillos venidos a más, es cosa de mujeres (de las suyas, que tragarán con todo, claro).
    Luego están las jerifaltas… todavía peores. Si no tienen niños, ¡cágate! Si han pasado los cuarenta y no tienen niños, ¡cágate dos veces! Son lo peor de lo peor. El cáncer de las empresas. Y si no han pasado la treintena, todavía queda la esperanza de que les nazca un retoño y se despierten de su sueño de “yupies”, se apeen del TT y empiecen a pensar más en monovolúmenes, tiempo libre y disfrutar de la vida… Esto pasa a veces, en serio. Pocas, pero pasa… (problema de la publicidad de los coches en general y los monovolúmenes en particular).
    Las fiestas de guardar y demás celebraciones ciertamente, si se lleva al extremo como en algunos casos puntuales como la Feria de Sevilla o el Corpus en Granada, si pueden resultar digamos “dañinos” para las empresas, si bien, muchas de éstas ya se han encargado de poner los medios necesarios y suficientes (y en múltiples ocasiones exagerados o descerebrados), para evitarlo.
    Si la gente está preocupada y se pira tres o cuatro semanas, será porque su vida cotidiana no le llena, porque su trabajo es puramente rutinario y porque quienes se tienen que preocupar realmente de que esto cambie, y de que la gente se sienta a gusto en la empresa, no están sólo un mes, sino que a lo mejor son once los meses que están de vacaciones, elucubrando entre un cafetito y otro, la mejor forma de que sus “recursos” produzcan más al menor coste posible.
    Por último, el ser humano funciona pensando siempre en el futuro, de ahí que ya andemos pensando en el próximo puente, fin de semana, etc, cosa positiva y que nos ayuda a sobrellevar el día a día. O como decía John Lennon: La vida es eso que nos pasa mientras estamos ocupados en otros planes.

  2. El problema radica más bien en la pésima gestión que se estila entre los jefes de personal (lo de recursos humanos me suena a cadena de producción japonesa, cuanto menos), y los propios directivos de las empresas, que centran su gestión en los resultados a corto, alienando a las personas de lo que son (de ahí lo de recursos), y sobredimensionando en muchas ocasiones el trabajo.
    Los japoneses y americanos son muy malos ejemplos, pero obviamente, muchas veces aludidos como modelos a imitar, obviando temas tan evidentes como la cultura, por un lado, y la remuneración salarial por otro. Sin embargo, no suelen ponerse ejemplos como Alemania o Francia en donde las vacaciones superan las seis semanas, y los salarios ni te cuento. Curiosamente, estos dos países son dos de las principales potencias mundiales.
    El asunto de los niños ha sido siempre peliagudo para los empresarios. A más de un jerifalte de los de máster del universo, pdd o similar, he visto comentar que en realidad se quedaba hasta las tantas en la oficina no porque tuviera mucho trabajo, sino porque llegaba a casa y se encontraba con los deberes de los niños por un lado, peleas, gritos, baños, cenas…. y eso, a todas luces, para estos energumenillos venidos a más, es cosa de mujeres (de las suyas, que tragarán con todo, claro).
    Luego están las jerifaltas… todavía peores. Si no tienen niños, ¡cágate! Si han pasado los cuarenta y no tienen niños, ¡cágate dos veces! Son lo peor de lo peor. El cáncer de las empresas. Y si no han pasado la treintena, todavía queda la esperanza de que les nazca un retoño y se despierten de su sueño de “yupies”, se apeen del TT y empiecen a pensar más en monovolúmenes, tiempo libre y disfrutar de la vida… Esto pasa a veces, en serio. Pocas, pero pasa… (problema de la publicidad de los coches en general y los monovolúmenes en particular).
    Las fiestas de guardar y demás celebraciones ciertamente, si se lleva al extremo como en algunos casos puntuales como la Feria de Sevilla o el Corpus en Granada, si pueden resultar digamos “dañinos” para las empresas, si bien, muchas de éstas ya se han encargado de poner los medios necesarios y suficientes (y en múltiples ocasiones exagerados o descerebrados), para evitarlo.
    Si la gente está preocupada y se pira tres o cuatro semanas, será porque su vida cotidiana no le llena, porque su trabajo es puramente rutinario y porque quienes se tienen que preocupar realmente de que esto cambie, y de que la gente se sienta a gusto en la empresa, no están sólo un mes, sino que a lo mejor son once los meses que están de vacaciones, elucubrando entre un cafetito y otro, la mejor forma de que sus “recursos” produzcan más al menor coste posible.
    Por último, el ser humano funciona pensando siempre en el futuro, de ahí que ya andemos pensando en el próximo puente, fin de semana, etc, cosa positiva y que nos ayuda a sobrellevar el día a día. O como decía John Lennon: La vida es eso que nos pasa mientras estamos ocupados en otros planes.

  3. El problema radica más bien en la pésima gestión que se estila entre los jefes de personal (lo de recursos humanos me suena a cadena de producción japonesa, cuanto menos), y los propios directivos de las empresas, que centran su gestión en los resultados a corto, alienando a las personas de lo que son (de ahí lo de recursos), y sobredimensionando en muchas ocasiones el trabajo.
    Los japoneses y americanos son muy malos ejemplos, pero obviamente, muchas veces aludidos como modelos a imitar, obviando temas tan evidentes como la cultura, por un lado, y la remuneración salarial por otro. Sin embargo, no suelen ponerse ejemplos como Alemania o Francia en donde las vacaciones superan las seis semanas, y los salarios ni te cuento. Curiosamente, estos dos países son dos de las principales potencias mundiales.
    El asunto de los niños ha sido siempre peliagudo para los empresarios. A más de un jerifalte de los de máster del universo, pdd o similar, he visto comentar que en realidad se quedaba hasta las tantas en la oficina no porque tuviera mucho trabajo, sino porque llegaba a casa y se encontraba con los deberes de los niños por un lado, peleas, gritos, baños, cenas…. y eso, a todas luces, para estos energumenillos venidos a más, es cosa de mujeres (de las suyas, que tragarán con todo, claro).
    Luego están las jerifaltas… todavía peores. Si no tienen niños, ¡cágate! Si han pasado los cuarenta y no tienen niños, ¡cágate dos veces! Son lo peor de lo peor. El cáncer de las empresas. Y si no han pasado la treintena, todavía queda la esperanza de que les nazca un retoño y se despierten de su sueño de “yupies”, se apeen del TT y empiecen a pensar más en monovolúmenes, tiempo libre y disfrutar de la vida… Esto pasa a veces, en serio. Pocas, pero pasa… (problema de la publicidad de los coches en general y los monovolúmenes en particular).
    Las fiestas de guardar y demás celebraciones ciertamente, si se lleva al extremo como en algunos casos puntuales como la Feria de Sevilla o el Corpus en Granada, si pueden resultar digamos “dañinos” para las empresas, si bien, muchas de éstas ya se han encargado de poner los medios necesarios y suficientes (y en múltiples ocasiones exagerados o descerebrados), para evitarlo.
    Si la gente está preocupada y se pira tres o cuatro semanas, será porque su vida cotidiana no le llena, porque su trabajo es puramente rutinario y porque quienes se tienen que preocupar realmente de que esto cambie, y de que la gente se sienta a gusto en la empresa, no están sólo un mes, sino que a lo mejor son once los meses que están de vacaciones, elucubrando entre un cafetito y otro, la mejor forma de que sus “recursos” produzcan más al menor coste posible.
    Por último, el ser humano funciona pensando siempre en el futuro, de ahí que ya andemos pensando en el próximo puente, fin de semana, etc, cosa positiva y que nos ayuda a sobrellevar el día a día. O como decía John Lennon: La vida es eso que nos pasa mientras estamos ocupados en otros planes.

  4. El problema radica más bien en la pésima gestión que se estila entre los jefes de personal (lo de recursos humanos me suena a cadena de producción japonesa, cuanto menos), y los propios directivos de las empresas, que centran su gestión en los resultados a corto, alienando a las personas de lo que son (de ahí lo de recursos), y sobredimensionando en muchas ocasiones el trabajo.
    Los japoneses y americanos son muy malos ejemplos, pero obviamente, muchas veces aludidos como modelos a imitar, obviando temas tan evidentes como la cultura, por un lado, y la remuneración salarial por otro. Sin embargo, no suelen ponerse ejemplos como Alemania o Francia en donde las vacaciones superan las seis semanas, y los salarios ni te cuento. Curiosamente, estos dos países son dos de las principales potencias mundiales.
    El asunto de los niños ha sido siempre peliagudo para los empresarios. A más de un jerifalte de los de máster del universo, pdd o similar, he visto comentar que en realidad se quedaba hasta las tantas en la oficina no porque tuviera mucho trabajo, sino porque llegaba a casa y se encontraba con los deberes de los niños por un lado, peleas, gritos, baños, cenas…. y eso, a todas luces, para estos energumenillos venidos a más, es cosa de mujeres (de las suyas, que tragarán con todo, claro).
    Luego están las jerifaltas… todavía peores. Si no tienen niños, ¡cágate! Si han pasado los cuarenta y no tienen niños, ¡cágate dos veces! Son lo peor de lo peor. El cáncer de las empresas. Y si no han pasado la treintena, todavía queda la esperanza de que les nazca un retoño y se despierten de su sueño de “yupies”, se apeen del TT y empiecen a pensar más en monovolúmenes, tiempo libre y disfrutar de la vida… Esto pasa a veces, en serio. Pocas, pero pasa… (problema de la publicidad de los coches en general y los monovolúmenes en particular).
    Las fiestas de guardar y demás celebraciones ciertamente, si se lleva al extremo como en algunos casos puntuales como la Feria de Sevilla o el Corpus en Granada, si pueden resultar digamos “dañinos” para las empresas, si bien, muchas de éstas ya se han encargado de poner los medios necesarios y suficientes (y en múltiples ocasiones exagerados o descerebrados), para evitarlo.
    Si la gente está preocupada y se pira tres o cuatro semanas, será porque su vida cotidiana no le llena, porque su trabajo es puramente rutinario y porque quienes se tienen que preocupar realmente de que esto cambie, y de que la gente se sienta a gusto en la empresa, no están sólo un mes, sino que a lo mejor son once los meses que están de vacaciones, elucubrando entre un cafetito y otro, la mejor forma de que sus “recursos” produzcan más al menor coste posible.
    Por último, el ser humano funciona pensando siempre en el futuro, de ahí que ya andemos pensando en el próximo puente, fin de semana, etc, cosa positiva y que nos ayuda a sobrellevar el día a día. O como decía John Lennon: La vida es eso que nos pasa mientras estamos ocupados en otros planes.

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